Pequeña pero muy abierta al exterior. Así es la economía de Irlanda, que presenta un gran atractivo para las compañías nacionales e internacionales, al tener uno de los Impuestos de Sociedades más bajos de la Unión Europea.
En concreto, un tipo del 12,5% sobre beneficios y en todas las actividades. Aunque el consumo interno es limitado y los costes de la mano de obra aumentan, el país tiene más fortalezas que debilidades, gracias a su marco legal. La república fomenta la entrada de capital extranjero por sus incentivos fiscales, sectoriales y regionales. El Ejecutivo que preside Michael Daniel Higgins decretó en 2010 que las pequeñas y medianas empresas que se instalen allí están exentas de pagar el gravamen que se les aplica durante los tres primeros años. La isla no es un paraíso fiscal.