JAZZOMANÍA TOOT THIELEMANS, UN DOMINGO ENTRE MAROLLES Y ARMÓNICAS DE COLORES

JAZZOMANÍA TOOT THIELEMANS, UN DOMINGO ENTRE MAROLLES Y ARMÓNICAS DE COLORES

Algún pensador español, grande en su tiempo , llegó a decir no sin un largo suspiro, que “todo esfuerzo inútil, conducía a la melancolía”, para entonces Ortega y Gasset no conocía que en un barrio de Bruselas (Bélgica), llamado Marolles, nacía un hombre de gran bonhomía hacia 1922, Jean-Baptiste Frédéreric Isidor Thielemans, rebautizado Toot en 1944 cuando su carrera como músico de jazz comenzaba.

Sin grandes esfuerzos, mucho menos inútil , soplaba una armónica cuya melancolía era de otro género : útil al corazón y al recuerdo.

No es casual que haya nacido en Les Marolles, un barrio ubicado en el mismo corazón de Bruselas, cuya tradición, personalidad urbana e histórica le convierte un espacio mítico de aquella inolvidable ciudad.
Allí nació Toot Thielemans, cuyo amor por la guitarra le llevaría luego hacia la armónica, su instrumento definitivo, el que le llevaría a la gloria y a la fama bien merecida, alrededor del mundo.
Autodidacta, compartía en los tiempos de la ocupación alemana la fiebre por las primeras grabaciones de jazz que a escondidas, algunas tiendas de discos bajo polvo y sigilo guardaban para compradores furtivos y nerviosos.
Louis Armstrong, Los Hermanos Dorsey, entre otras grabaciones pese a la vigilancia de los nazis en la Bruselas bajo la ocupación, era el manjar del bisoño Toot Thielemans, apellido flamenco leído a leguas, lo que inducía a pensar en el talento artístico innnato del futuro músico que daría a conocer a Bélgica como una cantera de músicos de jazz en su tiempo.
En esa época solo había otro músico, francés, que nacería en 1930, luego que Toot Thielemans, que de modo paralelo haría casi la misma carrera y coincidiría en tierras europeas o norteamericanas con los íconos de entontes : J. Coltrane, Miles Davis, Charlie Parker y Duke Ellington, me refiero a Claude Bollin, cuyos aportes a la fusión entre lo barroco y el Jazz ha sido notable y tan entusiasta como Jacques Loussier.
Fin de guerra inicios de éxitos, París y USA.
Luego de vivir la fuerza de la adrenalina, la misma hirviendo bajo los sótanos de Bruselas, tocando hasta la madrugada, acto de resistencia musical contra una ocupación nazi que odiaba esa “música de negros”, Toot Thielmans se acostumbró a estas largas jornadas de Jamm Session clandestinas, donde aprendió a silbar a la perfección cuando los pasos de la gestapo husmeaban por las cercanías de los sotanos, al silbar la sección rítmica lo acompaña y la policía política no descubría ninguna caligrafía sonora atribuible a grupo de jazz alguno, era una orgía de adrenalina, ritmo y catársis, que bien podía costar de repente la vida.
París será el punto de partida de su gran aventura vital, marcado por la suerte y el destino, como las cartas del tarot, su paracaída de sueños se abrió y lentamente descendió sobre un techo donde justamente tocaban: Charlie Parker, Max Roach, Sidney Bechet y Miles Davis. Suerte de todas las suertes, eran los fundadores, algunos ortodoxos, del llamado Be Bop, ahí arranca la carrera de Toot Thielemans la década del 50, le tenía una reserva y un nuevo espacio, el conocimiento de otros músicos de categoría, entre ellos Quincy Jones, Herbie Hancock y Hollywood estaba a la vuelta de la esquina, pero eso tenía que trabajarlo a fondo y mostrando poco a poco su gran sensibilidad y talento.
Habría que esperar el año 1952, Toot Thielemans logra formar parte de los Charlie’s Parker All Star, entonces era un logro estelar para un belga venido de los sotanos de Marolles, escapado con el corazón en la boca, de los Jamm Session anti-nazis de Bruselas. Apenas terminaba su veintena afortunada, y en una época difícil para la música y lo interracial. Toot era aceptado y querido por todos los músicos de jazz de aquel ambiente, cerrado en muchas ocasiones a los extraños, pero Toot Thielemans, pasada de la liberación de París había hecho grandes amigos que luego le harían llegar a los Estados Unidos de América.
El instrumento y la especialidad de su timbre.
La armónica, cuyos nacimiento histórico tiene que ver con los chinos, tuvo la suerte de ser readaptada por alemanes y austríacos e igual que bandoneones y acordeones, traviesos como ella misma. Se colaban entre los puertos y sus bullicios, unas más pequeñas otros más grandes, respectivamente, gozaban como polizontes en los barcos y se escondían, en el caso de la armónica de modo particular, en los bolsillos grasosos de los marinos, aquellos que buscando no hacer esfuerzo inútil, la tocaban de cara al mar, con la esperanza mágica de ver bailar entre la bruma salobre, alguna sirena aburrida de las profundidades. La armónica viajó a todas partes, pero en el sur norteamericano hizo escuela en el Blues y al mismo tiempo fue el consuelo de las viejas películas del Oeste, no discriminó nunca.
Aquel fue instrumento que Toot Thielemans tomó como emblema de su música, para una carrera que le asoció al menos con más de 500 músicos e intérpretes de renombre mundial, hombres y mujeres. Entre el silbido cifrado de su propia voz y la armónica, Toot Thielemans logró en más de 50 años de giras, un renombre mundial.
Vale decir que en el caso del Brasil, tiene una discografía sin par: Lenny Andrade, Regis Regina, el Proyecto Brasil, Caetano Veloso, al margen de tocar la guitarra asambada de un modo tan diestro como los propios brasileños.
Toot Thielemans, los cañaverales de La Romana y el recordado Heineken Jazz FestivaL 1987.
Debo confesar que no tengo espacio para celebrar la vida y la pasión musical de Toot Thielemans. Le conocí por puro accidente en el fabuloso verano-infierno de 1987, Herminio Alberti, entonces ejecutivo de aquel festival, me invitó para hacer la travesía Santo Domingo-Romana, en un vehículo Peugeot, blanco y confortable.
Risueño aquel viaje fue plácido y cargado de sus anécdotas que manejaba entre el inglés y el francés con tal versatilidad, que nos reíamos hasta más no poder.
Su esposa Huguette no se quedaba atrás, narraba en francés las ocurrencias de Toot Thielemans, como si fuera su niño consentido. Traducir era un regusto de felicidad!.
Hubo un pequeño momento de silencio, ese silencio normal entre personas que comparten sin desmesuras, Toot miró por los cristales de la ventana y preguntó por las espigas de las cañas en flor, le expliqué en qué región del país estábamos.
Se maravillaba y multicultural como era, se deshacía en elogios hacia los sonidos y todo lo que veía, nos descubría con el entusiasmo del que viaja con la sed del disfrute, cualidad esencial de todo viajero libre y desprejuiciado.

Aquel viaje, que Herminio Alberti debe recordar hoy con entrañable recuerdo, fue de las experiencias gigantes de aquel Heineken Jazz Festival de 1987…
Desde entonces, el rostro de Toot & Huguette me han sido familiar por todas partes. Para mí, Toot Thielemans deja un legado que solo un hombre músico con esa visión amplia y abierta de la cultura, podría dejar: tocó con todos y todas, se fascinó con la música con un entusiasmo como solo un flamenco enamorado del mundo podría hacerlo. Quedaría por recorrer el Toot Thielemans en Hollywood, quien puso con su armónica, la voz instrumental y maravillosa, a temas como Mon River o Perdidos en la noche, filmes respectivamente de Blake Edward y John Schlesinger.

Para Toot Thieleman, caso único quizás contra la filosofia de Ortega y Gasset, el esfuerzo fue siempre y util y además, producirá melancolía, por los siglos de los siglos (CFE)..

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