¡Jimmy Verdecia Espectros & delicias de la memoria!

¡Jimmy Verdecia Espectros & delicias de la memoria!

Siempre me dejo “caer” por El Conde. Calle anagrama de la psique nacional. Vidriera de la patria. Eón de la urbe medieval. Extático calvario espectrológico del milagro y el absurdo cotidianos. Reservorio óptimo de la indigencia. Ayer palestra cimarrona del destino. Hoy mi calle triste. “Chapeada” por las melosas suelas de sus furcias ancestrales, el prestigio supremo del “perreo” tecnológico y la roñosa vendimia del moderno antropófago. Mañana mi máximo fetiche prometeico. Tatuaje subcutáneo de la fuga y el texto como destellos de la especie.
Más allá de su gloriosa facha “re-puteada”, eternamente cuelga El Conde como la Gran Imagen. Se romperá incesante mi alma Conde arriba. Paranoicos. Persisten mis ojos y mis sombras Conde abajo. Calle frontera circular. Estría cósmica y perfecta. Itinerario energético, volátil, infinito y cristalino, donde estallan las calendas de la polisíntesis: ritualidad, policromía y plasticidad identitarias, marcadas siempre por el ritmo, la solidaridad y la oblación.
No me turba el desaire que hoy paga El Conde con sus modernos “massage shops”, “beauty centers” y “abattoirs de beauté”. Con su plaga de siete mil cuchitriles de “cachaperías” y papitas fritas asesinas. No importa la codicia de los retrógrados “entrepreneurs” que ni en su momento ni antes ni Ahoramismo siquiera han podido advertir El Conde Peatonal como espacio de infinito potencial recreativo, económico y cultural.
Esquivaré la bancarrota de las emociones de la memoria. Obviaré el sarcasmo de la estatuaria patriótica en plexiglás. -“!Oh mi amor, mira eso: El Coronel Caamaño “liposuccionado de los turistas!”-. Resistiré, precisamente, ante las borraduras del Altar de la Patria y la Cafetería Paco, el mamotreto escultórico de la deshonra del HÉROE DE ABRIL con su tristísima y cochina pátina de cobre chamuscado.
Donde se pudre la bandera. En la Puerta del Conde. El Parque Colón y la sagrada Catedral. Sortearé el hastío que prodigan los androides y beberé mi cáliz del “divino cinabrio” con Abreu en el Palacio de la Esquizofrenia. Practicaré mi yoga de la acción ante los pétreos y petrificados accionistas de la “rebaja” que hoy deprime y desluce la calle más mítica y emblemática de la Ciudad Primada.
Y si fuera cierto que las muchachas de cabello peinado en “dos mitades pavorosas” y “las altas mujeres de pelo gris y piernas verdaderamente bellas” (René del Risco Bermúdez), extraviaron sus “carteras llenas de lápices de labios” en la nostalgia de “El Viento Frío” o en las deslumbrantes vidrieras metafísicas de las tiendas La Opera, Flomar, López de Haro, Los Muchachos, La Gran Vía y Joyería Capriles, volverá mi espectro, puntualmente ingenuo e insaciable, tras las delicias de los días imborrables y el “café de las 5 en la Calle El Conde”…
Pero estas breves líneas no buscan remitir hacia el esplendor espiritual que adquiere la dominicanidad en los fondos espectrológicos de la “Poética de la Calle El Conde” (Miguel de Mena, 1995). Solo se atienen al mínimo registro de una muestra tan original y graciosa como reveladora: “Seres Extravagantes/2da.Temporada”, presentada hace un par de semanas por el artista cubano Jimmy Verdecia (1973) en los históricos y evocadores muros de La Cafetera, gracias a la esmerada comisión del poeta Glaem-Pipen-Parls, fráter sincero y mecenas “full time” del expositor en Santo Domingo.
En sus “Seres Extravagantes”, Jimmy Verdecia, plasmar con gracia y precisión una iconografía cáustica, agraciada y respectiva, como inventario de retratos espectrales de artistas, intelectuales, investigadores, gestores culturales, narcisos y accionistas de la bohemia citadina que, durante las últimas siete décadas, imprimen su impronta única a la estela del delirio que revela y enriquece la tradición popular, el patrimonio espiritual y la memoria histórica de la “Ciudad Intramuros”.
Parraquianos indelebles de La Cafetera, algunos fallecidos hace varias décadas como Pedro René Contín Aybar, Jaime Colson, Silvano Lora y Dionisio Pichardo, junto a otros viajeros recientes hacia la luz de las estrellas como Carlos Goico, Pedro Peix y Ney Díaz Henríquez, han sido virtuosamente celebrados por Jimmy Verdecia en su colección de “Seres Extravagantes”, un fresco, consistente y reflectante juego de imágenes que en los últimos años desarrolla este destacado artista cubano residente en nuestro país.
El aura semiótica que ilumina sus vanguardistas, transfigurales y aforísticos retratos-homenaje a una legión de “celebrity”, disidentes, cronopios, ilusionistas, herejes, animatrices del “nonsense” y clientes de quimeras que todavía disfrutan el aroma, el sabor y las súbitas tertulias de La Cafetera, tales como José Cestero, Kin Sánchez Fernández, Máximo Paradas Vargas, Víctor Camilo, Ana María Henríquez, Alejandro Alsina y Glaem Parls, entre muchos otros, proyecta los “Seres Extravagantes” de Jimmy Verdecia como prueba elocuente de su íntima y sorpresiva etiología visual de la calle El Conde, La Cafetera y la “Ciudad Intemporal.

La clave genésica de la colección nos la revela el propio artista. “Esta Serie vio la luz en La Cafetera en el 2015, después de varias tazas de café con el artista José Cestero, quien me comentaba que el lugar ha sido centro de personajes extravagantes de la Zona Colonial desde que el poeta y crítico Contín Aybar le dijo que tuviera cuidado con Silvano Lora porque era comunista”…

“El maestro Cestero me habló sobre muchas historias de intelectuales dominicanos en La Cafetera. Se estaba hablando sobre artistas visuales y otras manifestaciones de una tendencia extravagante en tiempos de un totalitarismo conservador y eso me inspiró a estudiar la historia de esos seres y de otros que transitan por la calle El Conde en la actualidad, que pertenecen a diferentes estratos sociales, políticos y culturales, pero que no dejan de ser antropológicamente interesantes”…

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