En un país en el que se reconoce la presencia de 76 tipos de potenciadores sexuales aprobados por las autoridades, el 28% de los jóvenes encuestados sobre el uso de esas sustancias dijo que lo hacía para darle duro a su pareja.
El 36% de un grupo de jóvenes de 18 a 30 años de edad, encuestados en sede central la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), afirmó haber utilizado en algún momento potenciadores sexuales. Según el Ministerio de Salud Pública, en la actualidad existen 76 tipos de potenciadores aprobados en el registro sanitario.
Esos datos se encuentran en la tesis de grado Uso de Potencializadores Sexuales y sus implicaciones en la Construcción Social de la Sexualidad Masculinidad, realizada por Kirssy Santana, Héctor Romero, Tania Fajardo e Israel Alcántara Beltré, con la que obtendrán el título de Trabajador Social en la UASD.
Para hacer la investigación se realizó un total de 217 entrevistas.
El porqué los usan. Con relación al motivo por el que utilizan potenciadores sexuales, el 28% de los jóvenes encuestados respondió que era para darle duro. De acuerdo a los sustentantes de la tesis, esa expresión refleja que en el imaginario de los jóvenes se percibe la violencia como forma de relacionarse sexualmente, para objetivizar y controlar el cuerpo de la mujer, mostrando con esto su hombría. Por otro lado, el 15% expresó que era para complacer a la mujer.
Los estudiosos del tema critican que los jóvenes asocien el placer sexual con el uso o no de potenciadores sexuales, como la garantía para demostrar su virilidad.
A escondidas. Otro dato que revela la investigación es que el 95 por ciento de los jóvenes encuestados dijo que no le comunica a su pareja cuando utilizan potenciadores sexuales.
Los trabajadores sociales explican que la sexualidad como una construcción social propia de este sistema machista impone a los hombres roles estereotipados asociados a un modelo de masculinidad que implica el secreto y la incomunicación con la pareja, sobre todo cuando se trata de temas que cuestionen su virilidad.
El 94 por ciento de los jóvenes encuestados manifestó que su pareja nunca le solicitó el uso de potenciadores sexuales.
Esto evidencia, dicen, la desconexión emocional respecto al ejercicio sexual, viéndolo como oportunidad para cumplir con ese modelo masculino (sexualmente fuerte) y por demás caracterizado por ser violento, subrayan.
En cuanto a si los jóvenes entrevistados conocen los efectos secundarios de los potenciadores, el 53% dijo que sí. Explican que el sistema patriarcal forma al hombre para que demuestre su poder aunque con esas acciones le perjudiquen a él y a otros.
Potenciador en pastilla. Otro de los elementos que identificaron al hacer este estudio es que el tipo de potenciador que con más frecuencia utilizaban los jóvenes es el de las pastillas, con porcentaje de un 40 por ciento; y la llamada piedra, con un 34%.
Estos porcentajes reflejan cómo la industria farmacéutica ha logrado posicionarse institucionalizarse como referente en el imaginario sexual de los jóvenes, siendo estos productos los más promovidos, indican los sustentantes.
Agregan que esa cultura androcéntrica pone en constante riesgo la vida de los hombres para cumplir un rol que va en detrimento de ellos mismos.
Consideran que esa forma inconsciente de actuar se refleja en el 61% de los jóvenes, quienes dijeron haber usado potenciadores sexuales y conocer los efectos secundarios. Pese a ello, afirma volver a usarlos.
Los potencializadores sexuales empezaron a ser comercializados para la disfunción eréctil, específicamente en la población adulta mayor, pero actualmente la venta de estos productos está siendo dirigida a la población joven, con efectos nada favorables.
Sus recomendaciones a los jóvenes
En su tesis, los trabajadores sociales recomiendan la necesidad de profundizar, desde el trabajo social, en los daños que ocasiona el uso de los potenciadores sexuales en los jóvenes, así como en las estructuras que producen y promueven este uso y su abordaje desde la influencia en la violencia de género.
Propone crear un seminario optativo ofertado como materia de la escuela de trabajo social. Plantean que el problema se aborde en las aulas. Asimismo, la construcción de una educación integral en sexualidad desde otra concepción, con enfoque de derechos, que permita tanto a hombres como a mujeres vivir la sexualidad como parte integral del ser humano y tomar decisiones desde una conciencia no alienada. Sugiere un seminario anual sobre cuerpo, sexualidad y género. Desarrollar campañas de sensibilización sobre lo saludable de una sexualidad basada en los sentimientos, las emociones, el respeto y la responsabilidad, y campañas de sensibilización sobre el tema en diferentes escenarios.