Juan Bautista Sánchez Correa, a un siglo de nacer un ícono

Juan Bautista Sánchez Correa, a un siglo de nacer un ícono

El 24 de junio último fue el aniversario de un siglo del nacimiento de Juan Bautista Sánchez Correa en Santiago de los Caballeros, 1917, hijo del profesor de música don Inocencio Sánchez (Papá Chencho), legando a sus hijos Juan y Jacinto (Morito), las enseñanzas y vibraciones para ejecutar el violín y el piano.
Morito fue un destacado radiodifusor, fundador de la emisora HI9B Radio Hispaniola, que operó en el roof garden del legendario hotel Mercedes, hoy una reliquia en ruinas del Primer Santiago de América.
Su hermano Juan se recibió de ingeniero, 1945, y su obra civil más señalada fue ejecutor del estadio de béisbol Leonidas Radhamés, luego Cibao, en 1958, consignada al ingeniero Bienvenido Martínez Brea (Bebecito), constructor también de los estadios Quisqueya, hoy Juan Marichal, y el Tetelo Vargas de SPM, remodelando el parque cibaeño en 1974.
El final del breve trayecto terrenal en este valle de lágrimas que llamamos vida, es la instancia bíblica que permite evaluar la conducta que ejercimos, y cómo repercutió en nuestros semejantes, y, sobre todo, en la concepción de Yavé para el juicio final, pronosticado en el valle de Josafat, donde Él nos señalará a todos el destino definitivo.
El recordado cronista deportivo norteamericano Grantland Rice, que leíamos con fruición en su columna reproducida por El Caribe en la década de los años 50 del siglo XX, sentenció:
“Cuando El Gran Umpire decrete el final del juego, no apreciará ganado o perdido, sino como actuaste en el terreno”.
Juan Sánchez Correa calificó por todo lo alto la sentencia de Grantland Rice, por el legado a su sociedad como constructor, eximio contertulio de Los Lunes Zapatero del desaparecido Santiago Tennis Club que componían Chino Almonte, Fabio Jorge Betz, Lionel García, Pedro Esteva, Felipe Moscoso, Salvador Jorge Blanco, Andrés Pichardo (El Cura), y otros que no preciso, con la cocina famosa de La Pé y Camelia; propulsor del deporte; excelso padrino ad vitam de las Águilas Cibaeñas, con la que cargó en andas siempre.
Su insigne legado al béisbol fue reconocido por el Pabellón de la Fama del Deporte, que lo ungió como inmortal en el ceremonial de 1989.
Este servidor de todos se honró con su amistad, desde que inicié la crónica deportiva en La Información (1957), que deserté a otros escenarios, secundando las gerencias de Juan Sánchez Correa como mayoral de la cuyaya, y final en la tertulia diaria de Pedro Fadul con Leonel García, en mis ocasionales visitas a mi Patria Chica.
Fue la paciencia de bonzo budista su mejor aliada y consejera, en el catálogo de todos los episodios estelares que jalonaron su singladura como capataz de la cuyaya, que preside los duelos, no apto para cardíacos, en el Valle de la Muerte que es el Estadio Cibao.
En todos los escenarios donde su impronta refulgió, procedió siempre con la prudencia y humildad de los que se saben aptos, más que presentir con su actuación la inmortalidad, esparcir el ejemplo, para que las generaciones posteriores dispongan de un abrevadero incontaminado.
En todos esos pasos de niveles que es el devenir de un ser humano en su efímero tránsito terrenal, nunca observé una descompostura en el método de actuar de Juan Sánchez Correa, una imprecación saturada de palabrones irrepetibles, una deserción de su natural educación, más la que percibió en el hogar de formación, nunca un brusco ademán, ni una mueca de desprecio.
Su sonrisa apacible, en todos los escenarios, galvanizó su universo, que nos contagió a todos.
Ingeniero consultor de la desaparecida Compañía Anónima Tabacalera en le gerencia de Caonabo Federico Almonte Máyer, el inolvidable mecenas del deporte y las artes Chino Almonte, que protegió a Juan Sánchez Correa, básiga de bohemias con Piro Valerio, Inocencio Pereyra (Chencho), Papín Feliú, Rafael Colón, Héctor Jiménez, Camboy Estévez, Henry Ely, Los Caballeros Montecarlo que dirigía Juan Pablo Pichardo, creación de Chino Almonte.
Produjo un programa de dueto de pianos con Fausto Castro por Radio Santiago de Felipe Moscoso, que retiene la memoria como un chip.
A pequeños grandes rasgos, posibles en una breve semblanza que permite un artículo, revelo la dimensión humana astral de Juan Bautista Sánchez Correa, y su vía láctea de legados inmortales, como lo es él, y conforme a la sentencia de Grantland Rice, El Gran Umpire decretará la forma espléndida y referencial con la que Juan Sánchez Correa actuó en el terreno de la vida.

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