POR ÁNGELA PEÑA
Juan Sánchez Ramírez no sólo ha sido reconocido por la distinción de calles y provincias con su nombre. La historia tradicional lo proclama Jefe y Paladín de la Reconquista, Héroe Glorioso de la memorable batalla de Palo Hincado, invicto, ilustre y valiente brigadier que derrotó a los franceses, Reconquistador que puso estratégico sitio a la ciudad de Santo Domingo en 1808, vencedor en la obra de la Reconquista, y al describir el sentimiento popular tras su muerte, José Núñez de Cáceres escribió: «Sólo se ven y oyen por las calles lágrimas y sollozos del más vivo dolor por la pérdida del Padre de la Patria».
Para el historiador Emilio Cordero Michel, sin embargo, el ex Gobernador y Capitán General de Santo Domingo, nombrado por Fernando Séptimo en premio a su amor y celo por sus Reales Ejércitos, es un personaje «muy oscuro de nuestra historia porque no solamente es el que fusila y extermina los movimientos independentistas, sino porque fue un retrógrado: cuando se luchaba en otros países de América por la independencia frente a España, y aquí el objetivo de Ciriaco Ramírez, Cristóbal Huber y Salvador Félix era proclamar un estado independiente, él lo que plantea es retornar al colonialismo español».
Opina que la figura ha sido privilegiada por «sectores colonialistas que si ayer fueron españolizados, hoy son pro-yanquis, o fueron afrancesados o anglófilos. No creían, y aún no creen, en la viabilidad del Estado dominicano como libre, independiente, soberano».
Al preguntarle si no cree entonces que el polémico brigadier es digno del homenaje de una calle comunica que ese tributo lo han recibido funestos personeros del trujillato mientras expedicionarios de junio de 1959 y otros que combatieron la tiranía y sufrieron torturas y fueron asesinados permanecen en el olvido.
-¿Cuáles méritos confiere al premiado Sánchez Ramírez?
– «Bueno, el mérito militar de realizar el exterminio de Ferrand, que cayó en una emboscada muy ingenuamente, en un combate que apenas duró unos cuantos minutos en los que despanzurraron a todos los franceses, ese es el único, haber dirigido la batalla de Palo Hincado, mérito militar». Pero, aclara, «no fue él solo que la dirigió, ahí estaban los combatientes del ejército del Sur, los lanceros del Cibao, a quien Petion les dio lanzas, fusiles . O sea, Juan Sánchez Ramírez, al igual que José Núñez de Cáceres, no son personajes de tanto relieve como le han querido dar».
«PENA DE LA VIDA…»
Ese realce, a juicio del laureado académico y catedrático universitario, se lo han conferido historiadores, políticos, gobernantes españolizados, «sectores hegemónicos de la sociedad, en otras palabras, la oligarquía que nos ha gobernado, que ha sido de todo, menos nacionalista». Lamenta la omisión de Ciriaco Ramírez en la relación del acontecer. «El héroe de Palo Hincado en la batalla del ocho de noviembre de 1808, es Juan Sánchez Ramírez. Recuerdo, de pequeño, que le metían al alumno en la cabeza la alocución: «Pena de la vida al tambor que tocase retirada». Y Ciriaco y los otros parece que no existían».
El prominente miembro de la Academia Dominicana de la historia alude a una arenga de Sánchez Ramírez a sus subalternos, anotada en su Diario de la Reconquista, previniendo que «por cobardía o traición ocasionase en los movimientos más preciosos algún riesgo, levantando alguna funesta voz que trastornase la formación. Y para precaverlo, en tono alto y bien inteligible les di la orden siguiente: «pena de la vida al que volviere la cara atrás; pena de la vida al tambor que tocase retirada; y pena de la vida al oficial que lo mandare, aunque sea yo mismo». La expresión se inculcaba en las escuelas.
Cordero Michel considera que la Reconquista quien la inicia es Ciriaco Ramírez, en el Sur, «y cuando Toribio Montes, que era el capitán general y gobernador de Puerto Rico, se da cuenta que Ciriaco, Huber y Félix han derrotado al coronel Aussenac, es cuando decide apoyar a Juan Sánchez Ramírez, y, mientras los criollos dominicanos que combatían con Ciriaco hablaban de pueblo dominicano y decían ¡Viva la República!, Juan Sánchez Ramírez lanza su grito en El Seybo: ¡Viva Fernando Séptimo! La diferencia entre uno y otro es notoria: uno es independentista, el otro es el representante de una oligarquía racista, esclavista, colonialista». Cordero Michel asegura que ya se han encontrado pruebas documentales que avalan la actitud de Ciriaco.
Manifiesta que ha sido con los movimientos revolucionarios recientes que se ha reconocido a Ciriaco Ramírez pues en época anterior, historiadores que obedecían a intereses de clases, a exaltar lo hispánico y denigrar lo criollo, «que los hubo mucho cuando Trujillo, como Américo Lugo, Peña Batlle, Carlos Sánchez y Sánchez, sobre todo,» lo opacaron. Pero luego de la revolución de 1965, «aquí surgió una nueva ola de interpretación histórica, materialista, no la clásica historia descriptiva de acontecimientos sin decir por qué ocurrían, en los que casi todos participaba la mano divina».
El prolífico escritor, luchador antitrujilllista y ex combatiente de la guerrilla de Manaclas que dirigió Manolo Tavárez Justo, hizo una amplísima exposición de la situación política, económica y social existente en el momento en que le tocó vivir y actuar al hatero de la Villa Mejorada del Cotuy, dueño de amplios cortes de caoba y cosechero de café en el Puerto de Macao, Boca de Yuma y otros sitios de la zona oriental, que fue Juan Sánchez Ramírez, «un personaje al que se le da mucha importancia porque se apropió de un movimiento que ni siquiera inició él, que fue la expulsión de los restos del ejercito francés que ocupaba esta parte de la isla, logrado luego de la batalla de Palo Hincado y del cerco a la ciudad de Santo Domingo, y que dio nacimiento a que saliéramos del colonialismo francés, para volver al colonialismo español, o sea, cambiamos de metrópoli».
Alude a la creación de la Junta de Bondillo, donde surgió, afirma, «la lucha de clases en el campo político. No es que no existiera, existía desde que llegó Colón y se comenzó a explotar a los aborígenes, pero el que sectores sociales con objetivos políticos lo llevaran como elemento de su lucha, surge en esa Junta que convocan Ciriaco, Huber y Félix para decidir porqué se luchaba después de derrocar a Ferrand en Palo Hincado». Cuenta del enfrentamiento entre los participantes, por la defensa de intereses no comunes, y califica como un error de Ciriaco, «que repiten aun muchos grupos políticos», de retirarse «en vez de echar el pleito dentro». «Capitulan los franceses, con el apoyo de las fuerzas británicas que desembarcan en 1809, y surge la llamada España Boba con Juan Sánchez Ramírez como Capitán General, que de inmediato encontró oposición». Citó todas las conspiraciones, sus cabecillas, incluida la Revolución de los Italianos, de mayo de 1810, la más representativa por sus repercusiones. Todos fueron apresados, interrogados, condenados a muerte, mandados a Ceuta.
Evidentemente, ante el examen del historiador, Juan Sánchez Ramírez no es persona grata. Hasta su famoso Diario de la Reconquista, publicado en 1957 con proemio y notas del español Fray Cipriano de Utrera y dedicatoria de Luis José León Estévez, entonces director de la Academia Batalla de las Carreras, que patrocinó la edición, recibe su censura. «El que lee esa obra llega a la conclusión de que era un megalómano, un mitómano que se inventaba cosas. Se la escribió un agente de la corte inglesa y ahí dice que el grupo de Ciriaco Ramírez era anarquista porque lanzan proclamas y hablaba de separación de iglesia y estado, de confiscación de bienes y porque habían fusilado algunos españolizados, me imagino que en Baní, la zona blanca por excelencia y racista hasta hace pocos años. Hablar de anarquistas en el siglo XIX equivale casi a hablar de comunistas hace treinta o cuarenta años».
Invita a leer la versión de los franceses, el parecer de los derrotados, a Gilbert Guillermin, que en su Diario Histórico describe la entrada de Juan Sánchez Ramírez a la ciudad de Santo Domingo: «Dice que era un hombre enjuto, o sea pequeño, delgado, de color cetrino (estaba enfermo), que andaba con unas botas de caza inglesa que le quedaban altas, usaba una casaca de la marina inglesa que le quedaba larga, un sable que arrastraba por el suelo y en el pecho de la casaca tenía un grabado de Fernando Séptimo, el rey español que fue un traidor en su patria, y en la espalda, cocida, la Virgen de La Altagracia». Cordero Michel comenta: «Dime si eso no es un personaje de opereta».
JUAN SÁNCHEZ RAMÍREZ
Nació en Cotuí, en 1762, hijo de Miguel Sánchez y Francisca Ramírez, quienes también procrearon a Remigio, quien lo acompañó en sus luchas, y a Rafael, Juez de Paz de Cotuí durante la ocupación haitiana, según datos de Francisco A. Rincón, autor de «La Mejorada Villa del Cotuy». Casó con Josefa del Monte y Pichardo, madre de sus hijos Juana y José. Emigró dos veces a Puerto Rico por cuestiones políticas, fue Corregidor de su villa natal donde desde muy joven ocupó cargos importantes, según Utrera.
En Santo Domingo, el brigadier vivió en la calle Padre Billini, donde estuvo la Casa de España. Tras su muerte, la familia, supuestamente sumida en la pobreza, se trasladó a San Carlos pues según confesaba la viuda, el esposo tuvo muchos trabajos «y ninguno su sueldo». Juan Sánchez falleció el doce de febrero de 1811, a los cincuenta años.
La calle que lleva su nombre nace en la Socorro Sánchez, en Gascue, y muere en la Santo Tomás de Aquino, en la Zona Universitaria.