Juan Trinidad en París

Juan Trinidad en París

En la escultura dominicana actual, Juan Trinidad sobresale totalmente entregado a la obra tridimensional, hoy a la talla directa en madera. Trabajador obseso e incansable, la práctica con una convicción absoluta. Él decidió proyectarse internacionalmente y lo va haciendo, de manera sigilosa y efectiva.
Expuso recientemente en Berlín y en Viena, ahora presenta orgullosamente una segunda muestra individual en París, siendo la primera en la Unesco.
Juan Trinidad siempre estuvo fascinado por la capital de Francia. No olvidamoscuán feliz se manifestaba cuando él expuso en París y la colectiva dominicana “Resonancias”, en la sede de la Alianza Francesa.
A cada paso, se detenía deslumbrado para mirar a su alrededor y disfrutar… Años después, ha logrado sus sueños, que él piensa repetir.
Expone, gracias al auspicio y patrocinio del Ministerio de Turismo –activo para la proyección del arte dominicano–, en la galería privada “French Art Factory”, situada en la famosa calle de Sena (“rue de Seine”), donde decenas de galerías de arte se siguen y (no) se parecen…
Magia del Caribe. Transeúntes curiosos miraban y entraban desde que se iba montando la exposición, atraídos por esas obras, tan distintas pero accesibles a la apreciación estética, una virtud escasa entre las que vimos en la vecindad… Si la escultura de Juan Trinidad, pertenece a lo que se considera identidad afro-antillana, hay una orientación permanente y una visión personal que articula la abstracción y la figuración, expresada por alargados perfiles, nobles y misteriosos, impávidos e introspectivos. Estos, que el artista no puede ni debe abandonar, son su auténtico signo y signatura.
Sin embargo, la reiteración no amenaza su singularidad, por la variación en tamaño, ubicación, relieve, colorido, por la integración –igualmente variada– a la morfología de una geometría sensible, distinta de una expresión totémica. El sustrato, real-mítico, sería el de la vida, según lo dice y afirma el propio Juan Trinidad: “Yo le doy la vida al árbol muerto”.
Son treinta y tres piezas expuestas, de formato pequeño y mediano. Como a menudo sucede en los montajes, la muestra parece haber sido concebida para el espacio, más amplio y generoso que una primera impresión lo dejaría suponer desde el exterior y la calle. La mayoría de las esculturas se han colocado lateralmente, en soportes metálicos o en el muro, disponiendo dúos, tríos o piezas solas. A la vez, “respiran” y se sienten como un conjunto identificador.
Una evolución. La actual propuesta plástica de Juan Trinidad sigue siendo una síntesis de ritmos y modulaciones, de superficies mates y brillantes, elementos que priorizan el rigor de la ejecución, la suavidad de los contornos, las proporciones armoniosas –hoy más que nunca–.
Observamos cómo la figura se relaciona con una constante presencia del rostro, integrado a la estructura. Suelen emparentar estos rasgos faciales, hieráticos siempre, con la máscara, sus misterios y su magia, que el artista califica “caribeña”. Meditación y gravedad se inscriben en una verdadera iconografía –ciertamente bienvenida–, pero, personalmente no vemos estos perfiles tanto como máscaras, sino como alegoría de la condición humana y una reflexión permanente del artista.
Estas esculturas de Juan Trinidad destacan una ligereza estructural en piezas, mayormente delgadas y verticales. Felizmente, él ha simplificado las formas y descartado la composición barroquizante y horizontal, también los recovecos de una abstracción complicada. La depuración conviene a su personalidad escultórica. Ahora bien, lo que ha ido variado drásticamente son la textura, la superficie y el color… Recordamos que, con un propósito de dramatización y –tal vez- de identificación afro-antillana, Juan Trinidad solía teñir sus tallas leñosas en negro, y con buenos resultados. Hoy, se trata de una modalidad excepcional, ligada al uso del color.
Las piezas expuestas prefieren dejar la madera de roble natural. Sin embargo, lo que distingue la producción muy reciente es la policromía. Toques de color animan el lenguaje escultórico, con o sin intención neo-figurativa. Hay por cierto una especie de intención lúdica, que antes no se manifestaba.
No obstante, el rasgo más innovador es cuando Juan Trinidad pinta y laquea totalmente la obra, principalmente las esculturas de pared. ¿Tal vez una connotación floral? Amarillas, rojas, anaranjadas, azules, blancas, el conjunto se convierte entonces en sinfonía cromática, y las sombras introducen una “percusión visual”, instantánea y fugaz…
El artista, a pesar de esta evolución consciente y voluntaria, mantiene su impronta singular que es una muestra tridimensional del “mestizaje” estilístico tan característico del arte dominicano. En la escultura, el temperamento propio de Juan Trinidad se reconoce inmediatamente, y estamos seguros de que la investigación ya anunciada por él será un aporte, sumado a un temperamento creador y a una personalidad plástica que jamás se ha desmentido.

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