Julio Verne, el precursor

Julio Verne, el precursor

R.A. FONT BERNARD
Las efemérides correspondientes al mes que cursa nos ha recordado el nacimiento del novelista francés Julio Verne, cuya narrativa ha sido valorada como la precursora de la literatura de ciencia-ficción, y de anticipación científica. Nació el 8 de febrero del año 1828.

A los treinta años de edad, Julio Verne obtuvo su primer gran éxito como narrador, con la publicación de su novela titulada «Cinco semanas en un globo». A estas, siguió una secuencia de títulos, que combinan viajes con aventuras, entre los que destacan el «Viaje al centro de la tierra», «De la luna a la tierra» «Veinte mil leguas de viajes submarino» «La Vuelta al Mundo en ochenta días», y otros tantos títulos, cuyas numerosas ediciones y traducciones a varios idiomas, le elevaron al disfrute de la riqueza.

Aun cuando ya sus novelas no concitan el interés de antaño, se le continúa considerando como el pronosticador de los más atrevidos inventos modernos. Su nombre está vinculado, como inventor en los días del presente, tras la denominación del primer submarino atómico norteamericano, con el nombre de «Nautilus», la nave de la ventura de las veinte mil leguas bajo la superficie del mar.

Fue su novelística, la precursora del viaje a la luna, realizado por el astronauta ruso Gagarín, seguido en los años sesenta del siglo pasado, por el Apolo III, de los Estados Unidos de América.

Se ha hablado mucho del sentido de la adivinación presente en la narrativa de Julio Verne, y sobre todo, de sus «profecías científicas», citándose como ejemplos ilustrativos, sus novelas tituladas «La máquina de vapor» en la que el novelista adivinó el primer vehículo provisto de orugas, así como «Robur el conquistador», antecedente del helicóptero.

Un anuncio de la agencia de viajes «Cook», concitó la atención del novelista, y de inmediato comenzó a trazar, las líneas maestras de «La vuelta al mundo en ochenta días», Con sus protagonistas Phileas Fogg, y su fiel criado Picaporte. Como lo recordamos, esa novela fue llevada con gran éxito al cinematógrafo, con la participación del comediante mexicano Cantinflas.

Con «Las aventuras del Capitán Haterras», Julio Verne se anticipó a las exploraciones del Almirante Richard Byrd, el primer hombre en sobrevolar el Polo Norte el año 1926, cuya hazaña repitió el año 1929, sobre el Polo Sur.

Julio Verne no dudaba de que sus libros se anticipaban al porvenir, y refiriéndose a las «Veinte mil leguas de viajes submarino», escribió unas palabras significativas: «Aunque mi libro sea del comienzo al final, una obra de imaginación, estoy convencido, de que todo lo que está escrito en él, se realizará algún día».

Su novela titulada, «La isla a hélice», es una sátira contra el mundo del dinero. Un mundo deshumanizado y sin conciencia, semejante a una isla metálica, que sirve de residencia a los dueños de las industrias y las finanzas.

En la titulada «Frente a la bandera», se trata de un sabio loco, secuestrado y llevado a un manicomio, y luego trasladado a una ciudad subterránea, desde donde amenaza al mundo, el sabio loco estaba en la posesión, de dos materias, que mediante la liberación de una energía hasta entonces desconocida, ponía al mundo al borde de una catástrofe. No hay que decirlo, es la energía atómica. Fernand Lessep, el constructor del canal de Suez, fue uno de sus grandes admiradores, con la utilización de la dinamita inventada por Alfred Nobel, en su colosal obra de ingeniería.

El veterano periodista Mario Alvarez Duggan, nos recordó recientemente, la novela titulada «Miguel Strogoff», la primera de una serie, en la que Julio Verne simboliza el valor temerario, y la más absoluta entrega al cumplimiento del deber.

En la que se considera la más meditada de sus obras, la titulada «La isla misteriosa», a diferencia de sus viajes anteriores los héroes del novelista son impulsados por el azar. Desde el momento que los evadidos de un campo de prisioneros, ponen pie en la isla, comienza la aventura humana sobre la tierra, la conquista de la misma, y la lucha por la supervivencia.

En los años finales de su vida, el novelista perdió la visión, pero su prodigiosa memoria continuó produciendo, aunque ya no con las mismas portentosas visiones futuristas de su obra anterior. Y el día 20 de febrero del 1905 se extinguió la vida de ese excepcional narrador, cuyas «adivinaciones científicas», se anticiparon en más de cien años, a muchos de los inventos y realizaciones de los siglos 19 y 20.

Recientemente, la editora Castell de Valencia, España, ha publicado la «Obras completas de Julio Verne», en una edición lujosamente encuadernada. Su relectura nos ha retrotraido, a los años de la adolescencia, cuando reservábamos ocasionalmente, los centavos del «semanal» que nos regalaba nuestro padre, para adquirir en la librería Española, (Arzobispo Meriño con el Conde), los fascículos vendidos al precio de diez centavos. Con esa lectura, solíamos identificarnos con las protagonistas de «Las hijas del Capitán Grant» y el «Miguel Strogoff», que introdujo en los años cuarenta del pasado siglo, la moda del peinado partido por el medio, en la juventud de nuestro país.

En aquellos tiempos, la lectura era un pasatiempo obligado, porque no existía la televisión, y la radio distaría mucho para instalarse en el país. Eramos los colegiales de un pueblo grande, ya en vías de expandirse, con el nombre de Ciudad Trujillo, en el que teníamos el privilegio de ver transitar, por las calles de la zona colonial, a personajes que respondían a los nombres de los Doctores Angel Soler y Juan José Sánchez, no superados como oradores forences; los maestros de la Medicina Arístides Fiallo Cabral y Francisco Moscoso Puello; la profesora Abigaíl Mejía, celebrada autora de las narraciones titulada «Sueña Pilarín», en aquella época toda una novedad literaria; de Don Federico Henríquez y Carvajal, ante cuyo paso, ya en su reverenciada ancianidad, todos teníamos que descubrir las cabezas.

Ahora, releyendo a Julio Verne, recordamos nostálgicamente, la versificación de Jorge Manrique:

«Recuerde al alma dormida,
avive el seso y despierte,
cómo se pasa la vida,
cómo nos viene la muerte
tan callando;
cuan presto se va el placer,
como después de acordado
dá dolor.
Cómo a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado
fué mejor.

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