¿Justicia tributaria?

¿Justicia tributaria?

En una actividad empresarial realizada hace unos días el empresario Pepín Corripio sorprendió a la audiencia al asegurar que la estructura impositiva debía tener un carácter progresivo, de manera que relativamente el que más tiene aporte más. Sin dudas ese es un criterio que hoy comparten las principales instituciones financieras internacionales que hasta no hace mucho promovían, e imponían, criterios inversos.
No obstante, el hecho real de desigualdad e injusticia social que predomina en la región estaría por ver si en el actual entorno político económico que se ha ido forjando regionalmente, caracterizado por la caída de los precios de materias primas y sustitución de los gobiernos llamados de izquierda -esencialmente por un supuesto compromiso social y no por tintes ideológicos caducos-, propicia que en verdad se introduzcan reformas tributarias socialmente progresistas consistentes con pretensiones más equitativas de justicia social. Sin un sistema tributario que permita sustentar una más justa redistribución de la riqueza y el ingreso nuestros países seguirán arrastrando el lastre de la pobreza y acumulando una deuda social dramática. La aguda desigualdad social que padece la región –considerada la más desigual del mundo– se sustenta, lógicamente, en una elevadísima concentración del ingreso en las capas más favorecidas. Estudios internacionales muestran que de los 10 países con mayor concentración del ingreso en su 1% más rico de su población, siete son de América Latina. Un factor clave en que se sustenta esa atroz injusticia social es efecto de las políticas fiscales que se aplican.
Aunque se han registrado mejorías en los niveles de recaudación en los últimos años en la región, ello todavía la coloca muy por atrás de lo que alcanzan otras áreas. Por la vía del IVA/ITBIS hoy recauda 9.9% del PIB –con diferencias lógicas entre países- en tanto las naciones de la OCDE –organización de países ricos- logran 11%; en lo tocante a lo procedente del impuesto sobre la renta ha pasado de una recaudación de 3.2% del PIB en 2002 a 5.5% en 2016, aún muy lejos de los niveles en la OCDE. Sin embargo, mientras que en 2015 del impuesto a la renta a las corporaciones alcanzaba 3,2% del PIB, por encima del 2,8% que registran en la OCDE, en lo que se refiere a los impuestos sobre los ingresos personales apenas los latinoamericanos llegan al 1,8% del PIB frente a 8,5% en la OCDE. En estos, esta última partida aporta el 25% de la recaudación total pero en América Latina llega solo a 8.3% e incluso en algunos países no aporta nada. En Europa la tasa efectiva que pagan los más ricos es 25.6% pero en nuestra región es solo 5%. Agréguese la evasión.
Según CEPAL si el 10% más rico del continente pagase lo que se le cobra en Francia-20%- y se redistribuyera adecuadamente, la desigualdad promedio descendería 13%. Esos privilegiados reconocen el problema y la solución pero la rechazan. Ahora no faltarán quienes pretendan vendernos el modelo de reducción impositiva de Trump.

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