Kennedy, cien años de un mito

Kennedy, cien años de un mito

El próximo 29 de mayo, el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos cumpliría un siglo desde que nació en una casa relativamente modesta de tres plantas con un porche, radicada en el número 83 de la calle Beals en Brookline, a las afueras de Boston (Massachusetts).
“Mucha gente espera una mansión. Ellos (los Kennedy) pertenecían a la clase media cuando vivían en Brookline”, antes de llevar el opulento estilo de vida de la célebre dinastía, comenta el guarda y guía Jason Atsales, al diario local “Cape Cod Times”.
Los Kennedy eran el empresario y político Joseph Patrick “Joe” Kennedy y la filántropa Rose Elizabeth Fitzgerald-Kennedy, un matrimonio de origen irlandés que tuvo nueve hijos, siendo John -o Jack, como le llamaban familiares y amigos- el segundo de ellos.
El 29 de mayo de 1917, comenzó en esa vivienda, transformada hoy en casa-museo, la intensa pero efímera existencia del único presidente católico que, hasta la fecha, ha ocupado la Casa Blanca.
Pese a una frágil salud, golpeada por frecuentes achaques, JFK no defraudó a sus padres.
Ávido lector, reconocido donjuán y amante del deporte, Kennedy viajó por Europa, donde su padre fue embajador de Estados Unidos en Londres; se graduó en Humanidades con honores en la Universidad de Harvard y combatió en la II Guerra Mundial, de donde volvió como un héroe.
Un sello para maestro de la oratoria. Tras ejercer de congresista y senador en el Capitolio de Washington, el joven Jack alcanzó el cénit de su carrera política el 8 de noviembre de 1960, cuando se impuso como candidato demócrata al republicano Richard Nixon en unas reñidas elecciones presidenciales.
Bien es sabido que, durante su presidencia, Kennedy lidió con el fracasado intento de invasión de la cubana Bahía de Chinos para derrocar a Fidel Castro (1961); la Crisis de los Misiles de Cuba (1962), que colocó al planeta al borde de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética; el impulso de la carrera por la exploración del espacio exterior y el ascenso del Movimiento por los Derechos Civiles estadounidense, entre otros desafíos.
De su legado resuena con fuerza su genial oratoria, encumbrada en la famosa frase de su discurso de investidura pronunciado el 20 de enero de 1961: “No preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti; pregunta qué es lo que tú puedes hacer por tu país”.
Y todo el mundo conoce, cómo no, el trágico final de JFK el 22 de noviembre de 1963, cuando recibió varios impactos de bala en el centro de Dallas (Texas) que segaron su vida a la corta edad de 46 años, un asesinato grabado a fuego en la memoria colectiva de su nación.
Con motivo ahora de su centenario, la imagen joven y optimista de Kennedy renace en el recuerdo de los estadounidenses merced a la celebración de actos conmemorativos en todo el país.
Esa imagen reluce en un sello que el Servicio Postal de Estados Unidos ha emitido para celebrar los cien años de JFK.
El timbre reproduce el emblemático retrato que el fotógrafo Ted Spiegel hizo de Kennedy en 1960 durante un acto de campaña electoral en la Plaza de la Victoria de Seattle, en el que, el entonces aspirante presidencial demócrata, vestido para el mitin con traje y corbata, eleva la mirada con semblante pensativo y optimista.
La fotografía, según Spiegel, refleja un “momento de absorción” del futuro presidente, que “encarna las aspiraciones de la nación”.
La estampilla ha gustado a Jack Schlossberg, nieto de Kennedy, quien cree que el sello simboliza “su creencia de que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer de este mundo un sitio mejor”.
No cabe duda de que JFK cuenta en su país con una popularidad a prueba de encuestas, en las que suele aparecer entre los diez presidentes más queridos por sus compatriotas.
El Sondeo de Liderazgo Presidencial, hecho el pasado febrero por el canal C-Span a más de noventa historiadores, coloca a Kennedy en el octavo puesto, por delante de Ronald Reagan y por detrás de Thomas Jefferson, en una lista de 43 mandatarios estadounidenses.
Recuerdo imborrable. Ese estudio y muchos otros demuestran que “JFK continúa siendo uno de los presidentes estadounidenses más populares”, comenta a Efe el historiador Ronald Feinman.
“Su oratoria -agrega Feinman- todavía retumba en la memoria de muchos y el recuerdo de su asesinato aún acosa la mente y el corazón de millones de estadounidenses”.
Una de esas personas que no olvidará jamás el día del magnicidio es la señora Peggy, quien, a la pregunta de si recuerda esa jornada fatídica en Dallas, responde con un rotundo “¡absolutamente!”.
“Estaba trabajando en el Bank of America y alguien encendió la televisión. No me lo podía creer. ¿Por qué alguien querría matar a una persona tan maravillosa como Kennedy?”, relata a Efe la mujer, en alusión al supuesto asesino, Lee Harvey Oswald.
La señora Peggy se enorgullece de trabajar como acomodadora en el Kennedy Center, el imponente templo de las artes escénicas de Washington a orillas del río Potomac, que toma el nombre del mandatario y rinde homenaje a su pasión por el arte.

En el año del centenario de JFK, la institución ha programado una serie de conciertos y espectáculos inspirados en sus ideales: el coraje, la libertad, la justicia, el servicio y la gratitud.

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