La agonía para resucitar la Zona Colonial

La agonía para resucitar la Zona Colonial

El traumático proceso, para readecuar el estado actual de la zona colonial al esplendor que alcanzó en el siglo XVI ha experimentado grandes tropiezos que hasta ahora han culminado con el derrumbe de una buena parte de lo que era el hotel Francés, que se había convertido en un atractivo centro de hospedaje y disfrute del ambiente, conservando los valores originales en sus muros de piedras coralíferas de casi 500 años.

Los dolores de cabeza para iniciar el proceso de devolverle el esplendor colonial a la zona, cuando se iniciaron los trabajos en la parte sur de la calle Arzobispo Meriño, se agudizaron al encontrarse con reliquias coloniales y con diversas tuberías destruidas, que junto con la necesidad de instalar nuevas tuberías para soterrar todos los servicios con la adecuada compactación de esas zanjas, atrasó la colocación de los adoquines de calles y aceras que ya exhiben su utilidad en las calles ya terminadas, que con sus bolardos de acero, canalizan el tránsito por un solo carril y el peatón tiene más espacio para caminar.

La parte ya finalizada de los trabajos de las calles, junto a los que ya se han realizado en la restauración de su esplendor de las iglesias y casas más emblemáticas, permite avizorar que en pocos años la zona colonial tendrá un esplendor inigualable al de otras ciudades caribeñas. De seguro permitirá que la tradicional calle de El Conde, ahora de capa caída, renacerá de su ruina actual para ser la atracción que siempre fue de los forasteros, que junto a las vetustas piedras de los monumentos, hospitales, de las iglesias, del Alcázar y del Museo de las Casas Reales, le dan un color y atractivo diferente a las de otras zonas coloniales de la región caribeña.

Además, es necesario recordar que la mayor parte de las edificaciones de las calles Arzobispo Meriño, la Isabel la Católica y de la calle El Conde fueron reconstruidas inspiradas en la arquitectura francesa traída por los haitianos durante la ocupación de 1822 a 1844, prevaleciendo al igual que en New Orleans y Puerto Príncipe, los balcones de hierro y revestimiento de un pañete a la mampostería que le aplicaban para evitar la acción de los agentes climáticos para la preservación y evitar la corrosión de esas piedras coralíferas.

Nadie se imagina lo difícil de conciliar los intereses de tantos sectores, desde los religiosos, diplomáticos hasta turísticos, que buscan intervenir con sus opiniones e intereses en la zona colonial, por lo cual los trabajos han experimentado grandes atrasos, elevados costos e increíbles paralizaciones y luego aplican soluciones inadecuadas, fruto del desconocimiento para el rescate de joyas arquitectónicas antiguas, e inclusive el trabajo de preservación de las piedras de la puerta de El Conde recuerda la herencia haitiana del revoque que le hicieron a muchas edificaciones capitaleñas en su período de ocupación.

Existe un desafío para todos los intereses envueltos en cambiarle la imagen a la zona colonial y el mismo se ha ido materializando desde la vez que Trujillo en 1956 procedió al rescate del Alcázar de Colón, que años más tarde, fue renovado para llevarlo a su esplendor original durante las administraciones del doctor Balaguer, que con entusiasmo y pocos recursos, emprendió el rescate de las principales edificaciones de la calle Las Damas, devolviéndole a esa calle su valor colonial.

La calle Las Damas y el entorno del parque Colón con la atractiva estructura de la catedral remozada se sostiene por los trabajos de mantenimiento que se han venido realizando, restaurándole esa belleza como la que exhibe la Catedral después de su restauración, así como la terminación del museo eclesiástico en parte de lo que había sido el Palacio del Congreso durante una buena parte de la primera mitad del siglo XX, pero que los haitianos con el gobernador Borghella a la cabeza lo habían restaurado y alterado durante la ocupación de 1822, que ahora se contempla con más admiración que antes por lo gratificante que resulta al contemplarla junto con tantas estructuras de 500 años que resisten el paso del tiempo.

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