La alianza de los compadres

La alianza de los compadres

ROBERTO VICTORIA B.
Durante las pasadas primarias del Partido de la Liberación Nacional en algunos círculos políticos, sobre todo en los cercanos al reformismo, se conjeturaba sobre una alianza entre Danilo Medina y Quique Antún. En principio se podía ésta descartar como una mera especulación. No obstante, dándole vueltas al asunto y enfocándolo desde una óptica estricta en lo político y en lo temperamental, se advierte que tuvo toda la lógica del mundo esta alianza. ¿Y por qué?

Danilo con todo el derecho que le asistía como un competidor en campaña, procuraba sumar votos a su candidatura y, obvio era que Quique y el Partido Reformista Social Cristiano (hay más de 300,000 reformistas en el padrón del PLD) aportarían aunque fuese una cantidad mínima de adeptos. Además, y esto era también importante, contrarrestaba el apoyo público que le ofrecía el Consejo Presidencial Reformista a su contendor, Leonel Fernández.

Quique, por su parte, pensaba que debilitaba a Leonel, quien en las elecciones del 2008 es el favorito para seguir en la Presidencia de la República. Era la carambola perfecta: Danilo ganaba la contienda partidaria y en el 2008 se reactivaría la Alianza Rosada y barrerían con un debilitado PLD; y el país tendría un nuevo gobierno del Partido Revolucionario Dominicano, siendo Quique una de sus figuras cimeras.

Este enfoque cubre solo el aspecto político. En lo temperamental hay coincidencias que, tomando a Joaquín Balaguer como referente, son algo notables.

 Danilo y Quique son, en cierto modo, uña y carne, desde los tiempos en que ambos participaban en negociaciones interpartidarias.

Llevarse bien con alguien no implica, en modo alguno, identificación absoluta con la forma de actuar y de pensar de esa persona. Roosevelt y Stalin eran dos personalidades que tenían poco en común, pero sentían el uno por el otro una especial empatía que les hizo compactar un invencible bloque de aliados que resultó victorioso en la Segunda Guerra Mundial.

Esa empatía que sintieron entre sí los dos colosos que dominaron el escenario mundial de los años 30 y 40, no existió entre Joaquín Balaguer y Danilo Medina cuando éste último fue, por recomendación del caudillo reformista, presidente de la Cámara de Diputados. En los predios que fueron íntimos de Balaguer, era un secreto a voces de que éste se quejaba de que “Medina me luce muy introvertido y tengo la impresión de que no me mira de frente cuando me está hablando”.

La relación de Balaguer con Quique en un principio fue fraternal (por los afectos que sentía por su padre don Federico, y es que  Balaguer era un firme creyente de la genealogía), pero a medida que lo fue tratando advirtió que el pupilo era un aventajado para el contubernio y la ocultación, que era un verdadero culebro en las lides de la política (que no se olvide que en las elecciones del 2004 firmó arcanos acuerdos de entendimiento tanto con Hipólito como con Leonel).

Balaguer, con esa paciencia que lo convirtió en un mago en la administración del factor tiempo, lo fue posicionando y reservando para que a la hora de su muerte se encargara su sepulterero estrella de acelerar la desaparición del PRSC, pues siempre fue su intención llevárselo a su tumba.

 Y no falló el caudillo, pues apenas le quedan unos 365 días a esa organización para que le canten su misa de réquiem.

Danilo y Quique, de quienes se dice que son compadres por vía de sacramento, de seguro que agotarán nuevas jornadas de entendimiento de ahora a mayo del 2008.

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