Sídney (Australia). La larga e infructuosa búsqueda de las ondas gravitacionales predichas por Albert Einstein en su teoría de la relatividad invita a revisar los conocimientos actuales sobre los agujeros negros y las galaxias, según un reciente estudio.
Aunque existen pruebas circunstanciales sobre la existencia de las ondas gravitacionales, que vienen a ser una especie de “eco” del origen del universo, el trabajo de detectarlas directamente se ha convertido en uno de los grandes retos de la astrofísica moderna.
Un equipo dirigido por el astrofísico Ryan Shannon, de la Organización para la Investigación Industrial y Científica de la Mancomunidad de Australia (CSIRO), ha trabajado once años en este objetivo con el radiotelescopio Parkes, situado a 400 kilómetros al oeste de Sídney, y presentó a finales de septiembre sus resultados. El hecho de que el potente radiotelescopio Parkes no haya captado ondas gravitacionales no implica que la teoría de la relatividad de Einstein esté equivocada ni que aquellas no existan, declaró a Efe Shannon. El científico indicó que esta situación induce a pensar que “no son correctos los modelos (actuales) de cómo crecen y evolucionan las galaxias y los agujeros negros supermasivos».
La ciencia moderna cree que las grandes galaxias alojan en el centro un agujero negro masivo y cuando estas galaxias se fusionan para formar un sistema binario, sus agujeros negros también forman una pareja binaria. En este punto, la teoría de Einstein predice que esta pareja de agujeros negros produce una serie de fluctuaciones (ondas gravitacionales) en la curvatura espacio-tiempo. Este fenómeno físico descubierto teóricamente por el genio alemán en 1916 es similar a las ondas que forma una piedra al caer en un estanque o las ondulaciones que produce en el agua una embarcación.
Shannon y su equipo han observado durante once años con el radiotelescopio Parkes el púlsar J1909-3744 y han registrado con precisión cada uno de las 116.000 millones de rotaciones de esta estrella de neutrones. En ningún momento de esos once años, las ondas gravitacionales alteraron el ritmo del púlsar cuando, en teoría, deberían haberlo hecho.
“Puede que haya menos agujeros negros de lo que se cree actualmente”, dijo Shannon, quien también trabaja en el Centro Internacional para la Investigación Radioastronómica, en Australia. El astrofísico apuntó que otra posibilidad es que “los agujeros negros supermasivos binarios estén emitiendo menos ondas gravitacionales” de lo que se supone.