José Miguel González Cuadra todavía sigue atado al cordón umbilical de La Nueva Barquita. No puede cortarlo porque las vivencias con un segmento de las familias más empobrecidas del país cambiaron su perspectiva sobre la vida y el valor de las pequeñas cosas.
No puede abandonar este proyecto habitacional porque para él es más que varilla y cemento, que quintiles o estadísticas frías que describen cómo se sobrevive en los estratos más bajos de la economía.
Se niega a dejarlo “porque su gente tiene una cantidad de tesoros escondidos que van saliendo, están empoderados, y para mí la satisfacción más grande es entrar allí y ver los niños jugando, viviendo una vida sana, ver los rostros de felicidad”.
Se trata de más de seis mil familias dominicanas que dejan las casuchas de la ribera del río Ozama para habitar 1,782 apartamentos construidos por el Gobierno a un costo de RD$4,000 millones y en cuya ejecución él estuvo al frente como director.
González Cuadra, de 51 años, presidente de Centro Cuesta Nacional (CCN), un consorcio empresarial que posee la red más grande de supermercados del país, seguirá atado a La Nueva Barquita hasta que la mayoría de esas familias logren un nivel de autosustentabilidad que les permita salir de la pobreza extrema en la que viven.
Lo que parece una idea quijotesca y peregrina para él es una meta que, a su entender, se puede conseguir dotando a esas personas de herramientas que les permitan tener un empleo digno o desarrollar pequeños negocios.
“Cuando avanzaba el proyecto le dije al presidente Danilo Medina que yo no podía entregar esa obra y decir adiós, porque había que formar un patronato; para mí es un compromiso más allá de una obra física, porque es humana.
“Y por eso el compromiso es que le vamos a entregar los apartamentos en diez años, es una garantía para ellos y para todos; mi meta es que en estos diez años esas familias puedan ser autosostenibles, que muchos de ellos se hayan formado y conseguido un trabajo, que los niños tengan una forma diferente de ver la vida. En ese acompañamiento es donde va a estar la razón de ser de esta obra”, refirió.
La Barquita: una enseñanza. Cuando González Cuadra asumió la responsabilidad de dirigir el proyecto, muchos de sus allegados le decían “en qué lío te has metido”. Y no era para menos. Porque no solo se trataba de mantener un paralelo entre su estado de confort y la miseria material del barrio La Barquita, sino también de salir exitoso de una obra gubernamental.
Al concluir tres años de intensas labores, de negociaciones con la comunidad, con los contratistas, de extensas reuniones con agencias del Gobierno y el equipo ejecutor de la obra -encabezado por la arquitecta Patricia Cuevas- puede decir que La Barquita le cambió la perspectiva sobre la vida.
“Para mí esto ha sido una enseñanza, porque la gente de La Barquita me ha aportado mucho en la forma de yo ver la vida, a través de sus vivencias y comportamientos, porque hemos caminado juntos.
“Siempre se nos vendía la idea de que muchos de estos barrios eran conflictivos, de gente difícil, y para mí ha sido todo lo opuesto. Yo creo que en estos barrios había muchos problemas porque la gente no tenía fe, los gobiernos los engañaban mucho, entre ellos mismos también porque es un tema de convivencia”.
En ese sentido afirmó que a todo el equipo le costó mucho ganarse la confianza de las familias por esos antecedentes. “Fue un proyecto difícil para mí, mucha gente me decía en qué lío me había metido… pero quizás lo más difícil para mí son las entrevistas, porque me gusta hacer las cosas y que nadie lo sepa. Pero entiendo que debo ofrecer explicaciones porque se trata de dinero del país que se invirtió ahí”.
Sin embargo, admite que en esos tres años sacrificó parte del tiempo que dedica a su familia y a sus empresas, perdió horas de sueño, “pero hice realidad el sueño de muchos, de vivir de manera digna”.
Un tema para discutir. González Cuadra vio de cerca las múltiples caras de la pobreza y una de las que más le preocupa es el embarazo en adolescentes, por ser una de las puertas del laberinto de la desigualdad.
Aunque como católico respeta la posición de su iglesia respecto al control natal, entiende que se deben flexibilizar ciertas posiciones, porque en este tema está en juego el destino de un segmento importante de la población, que son los más jóvenes
“Yo soy católico y me crié bajo las ideas de los sacerdotes jesuitas, pero cuando se toca el tema del embarazo en adolescentes y la falta de control natal, apelando a los temas religiosos, muchas veces se hace desde arriba, pero cuando tú bajas y ves la realidad entiendes que esa situación hay que enfrentarla”.
“Nos estamos haciendo de la vista gorda por evitar conflictos y críticas, nosotros promovimos el control natal con la asistencia del Ministerio de Salud y hemos visto los resultados positivos”.
Enfrentar la pobreza. El Centro Cuesta Nacional, del cual González Cuadra es presidente, agrupa 26 supermercados, ferreterías, tiendas de juguetes y en el área inmobiliaria tiene dos grandes plazas comerciales: Ágora Mall y Megacentro.
Los inicios de ese consorcio empresarial de origen español datan de 1935, cuando su abuelo, Manuel González Cuesta, instaló el colmado Mercedes en la calle José Reyes, esquina Mercedes, en el Distrito Nacional.
Treinta y cinco años después esa bodega se convirtió en el Supermercado Nacional y a partir de ahí siguió la expansión económica del grupo.
En el contexto de esa acumulación de capital se le preguntó a González Cuadra qué piensa de la riqueza estando tan cerca de la pobreza extrema.
“Las empresas son un motor para crear empleos, pero lamentablemente están en una vorágine de competencia, hay un tema de desigualdad muy grande. El mundo tendrá que buscar un equilibrio… lo que hemos visto es que se ha abierto cada vez más la brecha entre ricos y pobres.
“Yo me siento satisfecho como empresario, lo que yo siento es que sí hay muchas empresas que ayudan, pero si queremos combatir la pobreza no se lo podemos dejar al Gobierno, ni a un Estado, todos tenemos que contribuir porque el problema es grande, no es solo un foco que está en La Barquita”.
El triángulo de la solidaridad. González Cuadra, amigo del presidente Medina desde 1999, asumió el cargo de director del proyecto habitacional de manera honorífica. Pero esta no es su primera experiencia con grupos desfavorecidos económicamente, pues tiene como referente a su madre, a los jesuítas del Colegio Loyola y el pensamiento de San Francisco de Asís.
“Quienes me motivan son mi mamá, Isabel de González, quien siempre ha estado involucrada en el barrio de Herrera en el proyecto La Hora de Dios; los jesuitas que siempre han sentido vocación por los temas sociales, y San Francisco de Asís”.