La carta interminable

La carta interminable

VI

Sé bien que lo más importante para ti no es recordar con “exactitud micrométrica” los sucesos que vivimos juntos en aquellos tiempos remotos; lo verdaderamente útil es contemplar el conjunto de actitudes que componía la vida colectiva durante la dictadura de Trujillo, especialmente en su etapa final. Un amigo, a quien encontré accidentalmente en el supermercado, me dijo que no había reproducido íntegramente la “introducción” de la novela radial “Tamakún, el vengador errante”. Omití sin quererlo la frase “donde la miseria oprima”, que precede a “donde el peligro amenace, donde la maldad impere, allí estará Tamakún”… para imponer justicia terrenal.

Amadís de Gáula, Palmerín de Inglaterra y otras novelas de caballería, están emparentadas con Tamakún. ¿Recuerdas aquellos años en que comenzaron algunas manifestaciones políticas “de apertura democrática” entre dominicanos? Emigrantes españoles y judíos creyeron por un momento que esas actividades serían toleradas por el gobierno. Como sabes de sobra, por delante de nuestras casas pasaron, duramente aporreados por la policía, docenas de jóvenes y viejos, camino de la sala de socorro para recibir atenciones médicas. Horas después regresaban con vendajes en la cabeza, con piernas enyesadas, suturas en la cara o en los brazos. La gente miraba pasar los heridos con temeroso silencio.

En todas las épocas los pueblos dominados por déspotas sueñan con la llegada de salvadores providenciales. Los héroes caballerescos encarnan esos deseos de los grupos sociales más débiles. Tamakún, el vengador errante, novela radial con protagonista justiciero todopoderoso, es una “versión comercial” de la perenne aspiración humana de “enderezar entuertos”. Bajo un régimen dictatorial, muchos dominicanos impotentes ponían algunas esperanzas en Tamakún. Interferir la audición de esa novela resultaba algo así como interrumpir un acto público de entretenimiento masivo y una sesión de catarsis social.

El miedo político puede convertirse en una presencia intangible, inhibitoria y paralizante. Las iniciativas cívicas quedan tronchadas de raíz, pues nadie se atreve a proponer nada que cambie la rutina establecida. Se llega al punto en que las costumbres administrativas quedan coaguladas. “Aquí jamás moverán un dedo para que alguna cosa mejore, avance, se desarrolle”, se escuchaba entonces decir a menudo. Actualmente, para justificar que todo continúe igual, se usa una expresión casi equivalente: “tú sabes cómo es”.

 

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