La Carta Pastoral de la Independencia

La Carta Pastoral de la Independencia

Como es costumbre, la alta jerarquía de la Iglesia católica le presentó al país un mensaje pastoral bastante en extenso en ocasión de la celebración de la fiesta de la Independencia. Este año esa costumbre no podía faltar y elaboraron un documento, que por los acontecimientos que se registraron en esos días, su contundencia se desvaneció y muy pocos la tomaron en cuenta.

Tan solo el presidente Medina, en su mensaje en la reunión conjunta de las Cámaras el pasado día 27, y en una forma elíptica, fue contestando cada una de las quejas de los obispos de su carta pastoral: “Que la Justicia y la Paz se Encuentren” aclarando las aseveraciones de los obispos acerca de la situación nacional.

El documento episcopal, muy extenso para lo acostumbrado en ese tipo de radiografía nacional, contenía todas las quejas de ellos en cuanto al comportamiento que ha tenido el gobierno peledeísta con la jerarquía católica, ya que sienten no poseer ese respeto de antaño que le prestaban otros gobiernos, en donde el origen ideológico perdura en la mente de muchos que influyen en los temores obispales, aun cuando eso de las doctrinas y radicalismos peledeístas hace tiempo que se olvidaron, ahogados por la buena vida y disfrute a plenitud del poder.

El mensaje de los obispos fue muy enérgico por el resabio del tratamiento que le dio el Gobierno al asunto del aborto y la concepción de la vida, una herida que no cicatriza y se mantiene latente en la mente de una jerarquía que poco a poco se ha ido renovando.

Los obispos hacen una justa valoración de todas las actividades que llevan a cabo los dominicanos con sus sacrificios y esfuerzos por el bien común, y hasta algunos políticos son reconocidos por ellos en cuanto a su dedicación para practicar la justicia, pero después llegan a la conclusión que la justicia y la paz no se encuentran, para caer de lleno en el tema de su amplia crítica social.

Los obispos, alarmados por la existencia de una amplia ola de violencia y desigualdades institucionalizadas, destacan en su pastoral de cómo la indigencia arropa a amplios sectores muy pobres, superando el nivel porcentual de las otras naciones latinoamericanas, como efecto de las políticas económicas excluyentes que llevan a cabo las instituciones gubernamentales para ir concentrando la riqueza en pocas manos, aparte de fomentar una acción de corrupción, que si bien ha sido reducida notablemente por este gobierno, todavía se mantiene un remanente que se observa de cómo funcionarios, que quieren ser candidatos, están gastando dinero a manos llenas, del cual no se conoce su procedencia, aun cuando la percepción sí conoce su origen.

El presidente Medina, puede decirse, que su discurso lo dedicó a rebatir cada uno de los señalamientos de los obispos, pero en una forma como se dice elíptica, y aparentemente no había referencia directa, pero si se colocan los dos documentos uno al lado del otro, uno se da cuenta que el Jefe de Estado consideró que era oportuno aclarar con sus verdades tantas inquietudes obispales para que no le formen una falsa imagen anticlerical frente a la feligresía, a la cual se le hace muy duro enfrascarse en las lecturas de ambos escritos.

La falta de institucionalidad es destacada por los obispos y resaltan que a veces no se sabe a quién acudir para resolver los problemas comunitarios y hacen una excepción cuando destacan el funcionamiento del 9-1-1, pero en las estructuras del gobierno existen muchas islas de poder, arrogantes y sordas, embebidas en su grandeza, que es poco lo que hacen por el bien común.

Los mitrados le entran a la pobre articulación del gasto público, destacan de cómo se desarticula en una forma curiosa para satisfacer los deseos de los funcionarios, impidiendo que los recursos vayan en beneficio de la colectividad.

El presidente Medina se empeñó con éxito en devolverle a la jerarquía católica su amplio dossier de quejas, del cual podría salir algo muy provechoso para el país si se juntaran ambos sectores, el oficial y el religioso, y pulir cada uno los conceptos de ambos bandos, el poder terrenal y el celestial, para que surja un documento para el bien del país.

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