La Cepal crecimiento con pobreza

<p>La Cepal crecimiento con pobreza</p>

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Casi desde que los economistas empezaron a estudiar el fenómeno del crecimiento económico constató Kuznetz que la distribución del ingreso por persona  tendía a empeorar en sus inicios para remontarse al cabo de un “tiempo”.

 La curva en “U” del ingreso se explica por dos razones: el incremento de la productividad empresarial se limita inicialmente a relativamente pocas empresas que en virtud de su productividad sacan del mercado a otras más pequeñas y menos tecnificadas. En consecuencia una parte de la población ocupada  en esas empresas o en las tareas en las que  se concretizó el despegue pierde con el empleo todo o parte de su ingreso. Por eso, reza la teoría,  el ingreso promedio cae con el despegue.

 A medida que las otras empresas que quedan en el mercado imitan las técnicas de los líderes el crecimiento deja de ser discontinuo y la curva que  expresa su crecimiento se hace más suave. Este proceso puede durar décadas pero “al final” la adopción general de tecnologías más productivas causa una elevación del ingreso promedio.

Por supuesto  el tiempo de recuperación del ingreso es largo y conlleva desempleo y sobre todo pérdida de autoestima de los desplazados. Aun si estos logran trabajo en otros campos pierden el capital humano adquirido en su primera ocupación. El desastre psicosocial de la Rusia postcomunista -violencia, alcoholismo, disminución de la esperanza de vida en los varones- ha sido abundantemente documentado por estudios de las Naciones Unidas.

El tiempo que dure la “llanura” de la curva “U” puede ser, además, muy largo por dos razones: el paso de una tecnología trabajo intensivo a otra capital intensivo y el de una alta fecundidad por mujer a otra de apenas equilibrio poblacional.

El impacto negativo  de una tecnología capital intensivo industrial sobre la demanda de trabajo en ese sector se aprecia rápidamente: fábricas de automóviles que empleaban antes miles de obreros en las líneas de producción  requieren ahora una pocas docenas. Similar disminución de la demanda de mano de obra  registra la minería moderna.

  Ricardo en su famoso capítulo XXXI sobre la “maquinaria” aceptó la pérdida de empleo ocasionada directamente por la mecanización y dudó sobre la posibilidad de que los despedidos  lograsen emplearse en los servicios. En nuestros días  la informática parece agravar el problema del desempleo. La “salida” económica al desempleo no está ya en los servicios “formales” sino en el sector informal de la economía, especialmente en nichos de productos baratos asequibles por los pobres de este mundo.

 La lentitud de un  proceso demográfico que disminuyendo la fecundidad de la mujer estabilice (o disminuya, caso Europeo) la población agrava  los efectos negativos para el empleo de las tecnologías capital intensivo. En todas partes del mundo en desarrollo, entre nosotros claramente, el número de hijos por mujer en edad fecunda baja notablemente en dos generaciones hasta ser apenas superior a los 2.1 necesarios para mantener estable  la población.

  La abundancia de bienes y servicios de mercado y la drástica disminución de la mortalidad materna e infantil explican el descenso de la fecundidad. El proceso de acomodación de la fecundidad a la economía es, sin embargo,  biológica  y psicológicamente lento. La población sigue creciendo mientras que la demanda de empleo formal cae.

  Estas reflexiones bastan para dar sentido al hecho de que en las primeras etapas  de desarrollo aumente el producto y  disminuya el ingreso promedio. Según la CEPAL, Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas República Dominicana confirma esta hipótesis.

1. Discrepancia entre la macro- y la microeconomía.

  El Banco Central ha estimado el aumento anual del PIB en un 10-11%, segunda mayor tasa de crecimiento de América Latina. Por otra parte un alto porcentaje    de la población, 72% según la encuesta Gallup estima que a fines del 2006 la situación económica es mala o peor. Consecuencia inevitable de esta dualidad de evaluaciones, apoyada una en cifras y otra en experiencias existenciales,  se resume en una frase quizás mal intencionada -la macro irá bien pero la micro nos va mal- que intenta desprestigiar el parecer del Banco.

 La CEPAL que obviamente depende las mismas fuentes que el Banco Central confirma la alta tasa de crecimiento del producto, estima que la del desempleo ha bajado en alrededor del 2% y que el salario real ha bajado en un 7%.    No resulta fácil compaginar estas cifras: si aparentemente el desempleo ha bajado y la tasa de inflación es de un 5% la caída del salario puede deberse  a un salario bajísimo para quienes entran en el merado laboral, o a un notable descenso porcentual del consumo nacional.

 La CEPAL parece optar por la segunda poco verosímil explicación al atribuir el crecimiento del producto  al incremento relativo de la  inversión que se define  como  diferencia entre ingreso y consumo. Esta explicación supondría  una extremadamente desigual distribución del ingreso que permita inversiones privadas  muy altas en construcción de vivienda por ejemplo, teniendo cuidado de no contabilizar bienes importados que no afectan positivamente el valor del producto. Atribuir el crecimiento del producto a inversiones públicas o extranjeras carecería d apoyo estadístico.

  Reconozco que la falta de información limita el valor de cualquier conclusión que vaya más allá de la afirmación de que a los asalariados les ha ido en general mal  y que probablemente quienes han logrado empleo lo hayan obtenido en sectores informales de la economía con salarios inferiores a los normales. O sea vuelven a darse simultáneamente crecimiento de producto y de pobreza.

 Dejando de lado la hipótesis de Kuznetz nos queda como explicación probable del fenómeno indicado una ley de mercado, quizás también de todo sistema económico en crecimiento, que postula una retribución del producto favorable a quienes lo hacen posible: los más capacitados, audaces, privilegiados o calificados. Como corolario no estrictamente lógico -la participación en el producto de los menos calificados, los pobres, pudiera quedar igual- tendríamos una disminución porcentual de su ingreso; algo que sí sería lógico: igual retribución absoluta pero relativamente menor a la de los calificados.

  El argumento quedaría reforzado suponiendo que los más ricos son quienes por mayores ingresos invierten más. Este aserto  ganaría en truísmo, aunque perdería en poder legitimador, reconociendo que también los más ricos consumen más bienes importados: automóviles, helicópteros, apartamentos miamenses, safaries europeos y asiáticos, etc., etc. Así se explica el crecimiento económico  de otros países no del nuestro.  

2. Posibilidades del Estado

  Los Estados se han visto obligados, independientemente de su organización, a minimizar, por solidaridad o por conveniencia, las carencias de los pobres y a temperar las desigualdades extremas entre los ciudadanos. Ejemplos conocidos de la antigüedad grecolatina fueron el óbolo en Atenas y el pan y circo de Roma. En la Edad Media los monasterios ofrecían habitación y alimentos a los mendicantes. Hasta 1840 incluso en Inglaterra existía una institución paraestatal, las parroquias eclesiásticas, que a cambio de algunos impuestos territoriales  asistían a  los pobres (poor laws). En la actualidad los bienes públicos  se encranan en escuelas, hospitales y tribunales públicos y en sistemas de seguridad social.

  Existe una doble justificación de los bienes públicos y de la seguridad social: la de cohesión social que reclama que todos los miembros de una sociedad, independientemente de sus ingresos y de sus capacidades actuales disfruten de ciertos bienes mínimos (tesis de Musgrave en los sesenta), y la de  información asimétrica (Stiglitz) que, sin relación directa con los ingresos, trata de corregir miopías sociales frecuentes como la subvaluación de las necesidades futuras que conduce a no asegurarse para el futuro contra riesgos universales como  pérdida de salud, accidentes de trabajo y  recursos para  la etapa de la vida en que por edad no se puede trabajar o a no educar a los menores.

  De hecho el bienestar material depende de bienes de mercado de libre opción  para los cuales el ingreso individual es una restricción, de bienes públicos ofrecidos sin costo directo, y de seguridad obligatoria mínima sea en régimen subsidiado o en régimen participativo. En países plenamente industrializados los bienes públicos de calidad y  la seguridad social representan más de la cuarta parte del ingreso real personal. En países en desarrollo el predominio de los bienes de mercado es más acentuado aunque las necesidades que satisfacen son más imperiosas.

    Los Gobiernos de países pobres enfrentan un dilema social: ofrecer a los más pobres transferencias de asistencia social focalizadas en los individuos, o bienes públicos de calidad (sobre todo educación y salud) que aumenten sus potencialidades (Sen). El Gobierno dominicano ha optado a favor de la asistencia individualizada que puede ayudar a resolver problemas perentorios de la vida como alimentación, e implícitamente en contra de una mayor oferta de servicios públicos de calidad que ayuden a salir de la pobreza. Hay que reconocer sin embargo que existen sinergias importantes entre asistencia social y servicios públicos: la oferta de desayuno escolar estimula, por ejemplo, la asistencia a la escuela; la escolaridad disminuye la violencia contra la mujer y con su disminución mejora la alimentación infantil.

El país sufre una crisis aguda de servicios públicos de calidad desde la oferta de energía, seguridad y  mantenimiento de la infraestructura física hasta calidad de la enseñanza, de la seguridad pública  y de la salud. El efecto cumulativo de su descuido desde hace décadas ha obligado al sector privado  a asumir vía los mercados  responsabilidades escolares, sanitarias y energéticas que disminuyen el ingreso disponible y el ahorro y lo hace enemigo de impuestos convenientes para aumentar el gasto social público.

Pero, más aún, el Gobierno muestra una rara insensibilidad ante la paulatina disminución del ingreso promedio y una abierta preferencia por gastos personales de magnitud inaudita. Ofende que la misma promesa de austeridad luzca ridícula por limitarse al salario de altos funcionarios públicos en vez de afectar sus múltiples ingresos por  participación en los consejos directivos de la Banca pública o de varias Superintendencias e instituciones oficiales, y por dietas estrafalarias para vehículos, celulares, invitaciones y otros gastos. El país es pequeño y quienes pagan impuestos, clases medias y altas,  saben por oídas o por exhibición de exquisiteces, el volumen de ingreso de esos funcionarios. La crisis de servicios públicos se va convirtiendo en crisis de legitimación del sistema.

Particularmente ofensivas para la clase media profesional son las citaciones selectivas de acusados de corrupción, que apenas tocan a personalidades políticas del Gobierno, la escasa transparencia que rodea a operaciones sospechosas o incluso a crímenes, y la poca voluntad de dar cumplimiento a obligaciones pactadas con el FMI, con la OMC o con los países del CAFTA-RD.

 Se arguye, con cierta verdad, que nuestro régimen democrático “exige” condescendencia para “indelicadezas” y hasta crímenes  de miembros  y familiares de los partidos en el poder o de sus patrocinadores económicos. Pasamos por alto, sin embargo, que aceptar estas realidades proclama la inoperancia del sistema. Si el sistema queda cuestionado hay que suponer que su desprestigio social conducirá  a su desprecio práctico.

El problema de crecimiento y pobreza se agrava como resultado de una mala gestión pública que debería servir de remedio parcial a la pobreza creciente.

En esas circunstancias ofende pedir solidaridad social para la aprobación de rectificaciones fiscales.

3. ¿Qué hacer?

Bajo este título publicó Lenin un folleto en 1906, recién fracasada una prometedora revolución antizarista. En él diseñaba su plan de acción para la futura revolución. Los problemas sociales no se resuelven llorándolos sino actuando sabiamente contra ellos.

Si partimos del supuesto de una crisis de servicios públicos y de una crisis de confianza en el manejo de la cosa pública tenemos como tarea prioritaria la de restaurar la credibilidad en la voluntad política del Gobierno. Esta confianza no puede recobrarse con sólo la palabra. El Gobierno debe mostrar, de una manera transparente y controlable por la opinión pública,que atacará con recursos extraordinarios la debilidad de losservicios. Hemos gastado ya el tiempo de gracia. Desgraciadamente no podemos esperar a ver en la práctica un cambio apreciable del gasto público.

Seguramente existen muchas soluciones a este problema de confianza. Una de ellas sería incluir en el presupuesto del 2007 una partida equivalente a los ingresos que espera el Gobierno de la rectificación fiscal más el monto del impuesto obtenido sobre la ganancia de capital por concepto de venta de empresas extranjeras (Verizon, tal vez la Shell, la Enron-Smith de Puerto Plata, complejos hoteleros…) a un programa social moni toreado estricta y públicamente. Me explico.

1. Sería una ofensa al sentido común de la población tratar los impuestos cobrados por la venta de esos activos fuera del presupuesto. Un monto de más de RD$ 7,500 millones no debe quedar fuera del presupuesto. Hacerlo cuestionaría el volumen requerido de rectificación fiscal y la seriedad y sinceridad de nuestros gobernantes.

2. Tampoco puede pedirse sensatamente un aumento del gasto sin especificación de su uso cuando varias instituciones prestigiosas dudan de su necesidad. El uso del importe total estimado de la reforma tiene que ser especificado y aprobado por el Congreso.

3. La reforma no debe provocar aumento alguno en gastos personales o de publicidad por encima de los realizados este año fiscal (2006). Existe la sospecha de un uso partidista al menos parcial del monto recaudado.

4. Es importante la rendición de cuentas mensual de estos gastos. Sería interesante que el monitoreo se realizase por delegados nombrados por los diversos partidos incluyendo los de oposición.

3. Una aclaración

De suyo, al menos en mi opinión, estas medidas no suponenlimitación alguna a los poderes del Ejecutivo aunque sía su ejercicio. El uso transparente de los recursos públicos está sometido al control de la Cámara de Cuentas y al conocimiento de los ciudadanos.

Si hay crisis de credibilidad y de servicios públicos e interés en superarla hay que poner remedios adecuados.

4. Una nota adicional

Escribí este artículo antes de las navidades. Pasó lo que temía que pasar.

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