La China que golpea

La China que golpea

Un día cualquiera los herederos de Mao Tse Tung decidieron abrazarse a un “laisser faire, laisser passer, dejar hacer, dejar pasar” y convertir su país en territorio libre para el capitalismo, a veces salvaje, que produce de todo y mucho  a base de utilizar  la mano de obra más barata de los continentes. Por consecuencia, la economía global recibe la constante presión distorsionadora de un consumo voraz de materias primas que alimentan el crecimiento económico de China, situado entre los más altos del mundo.

Entre los efectos lesivos del desbordamiento productivo chino que llegan hasta los dominicanos está la apreciación desorbitada de los metales, principalmente el cobre.

A través de cargamentos de falsas chatarras, desde República Dominicana llegan a China voluminosos cargamentos de metales robados. Los chinos necesitan fabricar varillas, andamios y maquinarias en cantidades colosales y no les importa que una parte  de los metales que llegan a su  intensa industrialización   provengan, de  rieles de ingenios, tarjas, piezas de monumentos históricos  y tapas de alcantarillas robadas en República Dominicana, flujo fraudulento que cada año causa daños por cientos de millones de pesos a empresas y servicios vitales de esta nación. Ahora nos  enteramos de que China no sólo deja entrar lo mal adquirido en estas latitudes sino que además las puertas de ese curioso socialismo también  deja salir lo que está pésimamente fabricado por ellos mismos. Ha llegado a nuestras tierras lo que con la inofensiva apariencia de pasta dental podría envenenar a grupos de  dominicanos como ya sucedió en Panamá. Ahora mismo las autoridades dominicanas han tenido que lanzarse a confiscar, por todas partes, los componentes de un cargamento de pasta dental “made in China” introducida con engaño al país bajo la etiqueta de “alimentos para animales”.

Desde luego que los chinos no hacen otra cosa que aprovecharse de la incapacidad e irresponsabilidad de autoridades de una nación pobre y  pequeña como la nuestra que no logra defenderse de sus rapaces pasiones por hacer negocios y expandirse.

En buena ley, la acción recaudadora de todo Estado debería acogerse sin excepciones a la realidad de que por causas exógenas o locales, incluyendo la inflación, los costos de producción y  los precios de los artículos de primera necesidad pueden encarecerse erosionándose los ingresos indiscriminadamente

A menos ingresos, o  a menor poder de compra, el Fisco no debe responder  aplicando mayor presión sobre los contribuyentes.

La función justa de los impuestos es que el Erario  participe de los beneficios que obtienen los individuos y las razones sociales para entonces  devolver  estos recursos a la nación por medio de servicios y obras de interés  social.

Sin embargo en República Dominicana se produce una indexación completamente injusta en perjuicio del ciudadano.

Se trata de un mecanismo que aplica severos gravámenes a los combustibles de origen fósil, lo que a nivel local sitúa sus precios en los niveles más altos de todo el mundo.

El contribuyente dominicano no tiene escapatoria. Su Estado, sus autoridades, no aplican ninguna flexibilidad ante el hecho de que las alzas petroleras mundiales les causan daños absolutos a los consumidores, mientras las recaudaciones se mueven con plenas garantías de crecimiento. Sin importar el efecto que esto tiene sobre  el patrimonio  y los bolsillos de la gente que trabaja y produce.

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