Hussam Al-Homsi llegó a Suecia en 2015 junto a cientos de miles de refugiados que huían de los horrores en la guerra en Siria. Tres años después, es parte de un grupo demográfico que está en el centro de la mayor conmoción política en el país en un siglo.
En Suecia, con 10 millones de personas, la inmigración es un tema importante.
Entre la retórica política está la historia del impulso que personas como Al-Homsi dan a la economía de 540 mil millones de dólares. El rápido ingreso a Suecia de un gran número de refugiados y migrantes, unos 600 mil en los últimos cinco años, ha producido las tasas de crecimiento más altas en Europa.
«Estos refugiados e inmigrantes llegaron en el momento justo», dice Lars Christensen, fundador de la consultora Markets & Money Advisory. «Estoy preocupado por la falta de incentivos (para trabajar) en el estado de bienestar sueco, pero no estoy preocupado por los 250 mil refugiados que han llegado».
El PIB aumentó más de 3 por ciento en los primeros dos trimestres del año, lo que es más rápido que el crecimiento del 2 por ciento de la zona euro. En los últimos años, Suecia ha dado miles de permisos de trabajo a desarrolladores de tecnología de la información, recolectores agrícolas y cocineros. Los trabajadores extranjeros representaron todo el crecimiento del empleo en el sector industrial el año pasado y 90% de las nuevas plazas en el sector del bienestar, como atención médica y cuidado de ancianos.
La ministra de finanzas, Magdalena Andersson, mencionó en agosto que los recién llegados reciben empleos dos veces más rápido que en la última década. Los inmigrantes en Suecia tienen una tasa de participación laboral de cerca de 82%, unos 4 puntos porcentuales más que la media de la UE. Aun así, el mercado laboral sueco ha tenido dificultades para absorber un flujo tan grande de personas, incluso con más de 100 mil vacantes de trabajo. El desempleo entre los extranjeros es de 20%, en comparación con el 6.8% general.
Al-Homsi tiene un MBA, una formación en acciones y bienes raíces y una carrera que ya lo llevó a Dubái, Kuala Lumpur, Moscú y Nigeria. Tan pronto como se le concedió el asilo, envió más de 300 solicitudes de empleo. Recibió una oferta de entrevista para una pasantía sin sueldo en Microsoft Corp.
Lo que finalmente le abrió las puertas fue un programa «mini-MBA» en la Escuela de Economía de Estocolmo que ofrece un curso intensivo sobre estudios de gestión y cultura laboral sueca para los recién llegados. Incluye una pasantía de siete meses en empresas como Telefonaktiebolaget LM Ericsson y Spotify Technology SA, así como Nordea Bank AB. En los últimos dos años, 29 personas se han graduado del programa. Al-Homsi ahora tiene un trabajo en Deloitte Touche Tohmatsu Ltd. en Estocolmo.
El Real Instituto de Tecnología de Estocolmo dirige una academia de desarrollo de software para recién llegados. El programa incluye 500 horas de codificación Java por tres meses. Hasta ahora, cerca de 80 lo han completado. «Lo que falta en el debate es que la mayoría de los recién llegados quiera hallar trabajo más que nada», señala Farzad Golchin, fundador de Novare Potential, una empresa de reclutamiento que supervisa la selección de candidatos para el proyecto. «Hay una gran frustración en este grupo».
Ismaiel Alkadro, cirujano vascular de Siria, ahora trabaja en un hospital a 90 minutos en coche de Estocolmo. Alkadro, quien llegó a Suecia en 2014, usa las redes para rastrear la difícil situación de otros profesionales altamente educados de su país que luchan por encontrar trabajo.