La conspiración contra el papa Francisco

La conspiración contra el papa Francisco

Recientemente estamos atónitos por algo que no se veía en estos últimos tiempos en la Iglesia Católica: un exnuncio de Su Santidad pide la renuncia del Santo Padre Francisco, uno de los pontífices de más popularidad en los últimos 100 años junto a Juan XXIII y Juan Pablo II. Esto se veía venir desde las primeras declaraciones, gestos y medidas tomadas por Francisco.
Tiene como elemento de acusación aquello que ha proclamado Francisco en estos 5 años de su Pontificado: tolerancia cero para los abusos sexuales en la Iglesia y para los encubridores. Es un tema que gana más votos para acusar a cualquiera que la corrupción económica y las desviaciones dogmáticas en cosas de FE. Lo interesante es que se está utilizando a un exnuncio del Vaticano en USA que parece que tuvo problemas en la visita del Papa a Estados Unidos en el 2015 cometiendo algunas pifias, pero el complot parece estar dentro de la Curia Romana, y con un apoyo oculto pero inteligente de altos jerarcas de la Iglesia Católica de Centroeuropa del ala más conservadora.
Esta Iglesia naciente en el tercer mundo que ha ilusionado al Papa Francisco, y muchas de las reformas que está llevando a cabo en la Iglesia y en la Curia molesta demasiado a algunos teólogos europeos que vivian o viven todavía en lujosos palacios utilizando dineros destinados a orfanatorios y hospitales infantiles de caridad, y ocultando a corruptos que no solamente vivían como príncipes en sus palacios, sino que se han dado casos de escándalos de pornografía infantil y de festines de desviaciones sexuales de ciertos grupos.
Dice el exnuncio Vigano que el Papa sabía todo lo relacionado con el cardenal recién destituido Theodore McCarrick y que él se lo había dicho en el 2013, pero eso no niega que el Papa también tenía otras fuentes sobre ese mismo cardenal que no coincidían con la versión del exnuncio. Había que esperar y consultar otras fuentes ya que no era un hecho que estaba sucediendo en estos momentos, sino en el pasado de dicho cardenal. Un jefe de Estado y más un pontífice de la Iglesia Católica Universal, que es casi un jefe de Estado mundial, tiene informaciones que provienen de diferentes nuncios, de exnuncios en esos mismos lugares de los hechos, de obispos, arzobispos y organizaciones de inteligencia del mundo entero. Actuar de inmediato en base a un informante podría llevar a acciones injustas, abusivas e impropias de un representante de Cristo en la Tierra.
El escándalo de Chile se destapó en su debido momento cuando el Papa tuvo en sus manos pruebas contundentes para aceptar la renuncia de algunos de los obispos chilenos. El escándalo dominicano relativamente reciente del exnuncio Wesolowski no lo dejaron enfriar porque era algo que estaba sucediendo y no se podía esperar un día más. Cuando nuestro valiente y responsable cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez tenía todas las pruebas en fotos y testimonios vivos de las parrandas en playas del este y en el malecón provenientes de fuentes fidedignas, salió de inmediato para Roma y ahí mismo terminó todo el bacanal del entonces nuncio. Ahí no había dudas.
La Iglesia recuerda con profundo dolor los años de engaño en que vivió Juan Pablo II de aquel mexicano fundador de los Legionarios de Cristo, que según los detalles que leímos en la prensa llevaba la vida de un jeque utilizando sexualmente hasta monjas y santas mujeres ingenuas para sus orgías y su vida libertina como el peor de tantos donjuanes latinoamericanos que corrompen doncellas inocentes de nuestros campos y poblados.
Siempre recuerdo aquello que decía un santo cuyo nombre no me viene a la mente en este momento, y es que la mayor prueba de la Divinidad de la Iglesia y de que las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ella para su destrucción es que los curas y prelados malos y corruptos que ha habido a lo largo de sus 20 siglos no han podido acabar con ella ni destruirla. El Espíritu Santo no la abandona a pesar de todos los huracanes que ha padecido en una historia formada por hombres y mujeres de carne y hueso aliados de Satanás, pero también de santos que llenan el cielo como luceros y estrellas desde Abraham hasta los mártires de hoy, mayor en número que los del Imperio Romano, según el Papa Francisco.

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