La corrupción y sus estragos III

La corrupción y sus estragos III

La corrupción en nuestro país no es un concepto abstracto. Tiene nombres y apellidos desde la misma creación de nuestra República. Sus grandes beneficiarios han logrado crear la percepción de que es inherente al desarrollo económico de los pueblos.
Por eso, a pesar de los graves daños que ocasiona y genera, la misma sigue siendo un elemento secundario a la hora de la toma de decisiones en los comicios electorales. Los corruptos enquistados por años en los estamentos del Estado se han blindado con el dominio de todas las estructuras del poder.
Se apegan de manera irracional al mismo, y los que se encuentran fuera, hacen desesperados intentos de volver para mantener su impunidad y privilegios. Están conscientes de que si por circunstancias de la vida llega al gobierno un partido ajeno a sus intereses, podrían enfrentar situaciones difíciles.
“El borrón y cuenta nueva” proclamado por Juan Bosch tras la caída de la dictadura trujillista, se ha mantenido incólume gobierno tras gobierno. Es de triste recordación la frase empleada por Hipólito Mejía al arribar al poder en el 2000 en el sentido de que los expresidentes no se tocaban.
Esta fue su desafortunada reacción ante la insistencia de muchos de sus seguidores que aseguraban tener elementos probatorios de corrupción gubernamental. Irónicamente, 18 años después, este mismo político anuncia, como tema de campaña, sacar al sol los “trapos sucios” del ex presidente Leonel Fernández.
Esas son las paradojas de nuestra política que, al parecer, ha propiciado un pacto secreto de impunidad entre los principales actores del sistema. Mientras tanto, el pueblo observa y en su momento, tomará la decisión conveniente a sus intereses.

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