La crisis de la UASD es ética

La crisis de la UASD es ética

No basta que en la gestión 2011-2014 la UASD se dotara de un Código de Ética concebido como un instrumento de trabajo: nadie lo leyó, ni lo cumple. Qué importa que la Universidad describa con precisión, en su Estatuto Orgánico, una serie de propósitos y metas: pocos los cumplen y a nadie le importa. La universidad ha sido, desde sus orígenes, la encargada de formar profesionales y especialistas en todas las áreas del conocimiento, pero hoy debería también encargarse de la formación de auténticos ciudadanos, responsables y comprometidos éticamente con la realidad social que les rodea (Morin 2000).

Sin embargo, nuestra sociedad está conmovida por los casos de corrupción de funcionarios y podría, con toda legitimidad, cuestionar el mal “average” de la UASD ya que, en muchos casos, los ha “mal formado” o mejor dicho, desformados. ¿Cómo enseñar la ética fuera de la familia? Siendo ejemplo, responderán algunos, por el comportamiento, el respeto, el trabajo, la perseverancia, la constancia pero no basta, hace falta algo más: la formación integral del estudiante, ésta debe incorporar la formación ciudadana.

Todo lo que tiene que ver con la persona: ética, moral, valores y sentimientos, etc., lo que justifica su existencia, debe ser objeto y objetivo de enseñanza y de aprendizaje. El ciudadano del siglo XXI, quizás más que el de otras épocas, va a enfrentarse a retos personales cuyas decisiones influirán en las personas que están a su lado y en las que no están tan cerca (Morin, 2000) hablamos de solidaridad, tolerancia y respeto, con los otros, con la naturaleza y los compromisos.

Apostamos por la transmisión de unos valores y por la denuncia de los contravalores, ambos socialmente aceptados y defendidos como tales por la mayoría de sociedades democráticas plurales, ejemplo, la Declaración de los Derechos Humanos, entre otros muchos pactos y consensos reconocidos.

Pero también se debe defender la autonomía y la libertad de la persona que se desarrolla, de forma que no se trata tanto de aprender una serie de valores y de patrones de pensamiento éticos externos, sino más bien de aprehenderlos, de hacerlos suyos y de incorporarlos de una forma significativa. En las condiciones actuales, nuestra Universidad no puede cumplir con esas metas, las malas prácticas, los anti valores impunes, contaminan su misión.

 

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