La crisis de los misiles de octubre de 1962

La crisis de los misiles de octubre de 1962

Lecciones para ayer, hoy y siempre.
En días recientes dedicamos un artículo a destacar la importancia de que en la sociedad dominicana- en todas sus instancias y actores significativos- dediquemos esfuerzos ingentes a potenciar el aprendizaje de herramientas educativas y la creación de capacidades efectivas para una gestión inteligente del conflicto, desafío impostergable si queremos construir una sociedad diferente en convivencia respetuosa y armónica.
La historia nos ofrece sobrados, tangibles ejemplos, de que ningún conflicto- sin importar su complejidad o magnitud- es irresoluble cuando se ponen en acción el conocimiento, la integridad, la inteligencia emocional y la prudencia. Un caso emblemático de ello seguirá siendo, sin duda, la crisis de los misiles de octubre de 1962, momento estelar de la conflictividad bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Como nos ha recordado William Ury, el gran conflictólogo y antropólogo de la universidad de Harvard, “…el 27 de octubre de 1962 podría haber sido el más peligroso de la evolución de la humanidad a lo largo de millones de años. Ese día, las dos gigantes súper potencias del planeta, dotadas de arsenales nucleares capaces de destruir gran parte de la civilización humana, o acaso su totalidad, estuvieron al borde de la guerra. La cuestión era permitir o no que la Unión Soviética emplazara misiles nucleares en Cuba, a 145 kilómetros de los Estados Unidos…”.
Era un momento de enorme tensión, de profundo desconcierto, inflada retórica belicista y actitudes hostiles en los cuales predominaba la lógica del “ganar-perder” en una lucha tenaz por el predominio geopolítico donde cada una de las partes enfrentadas cifraba su éxito en la pérdida de prestigio y poder de su contraparte.
Hoy tenemos más claro que la lógica ganar- perder no conduce a ningún lugar que no sea el fracaso y la insatisfacción, pues toda ganancia que una parte obtiene o podría obtener a base de la derrota o la humillación de su contraparte se convierte en un juego de suma cero donde al final termina abonándose el terreno para futuras y más dolorosas hostilidades. Y esta lección vale tanto para las relaciones interpersonales, para los negocios como para el manejo efectivo de los asuntos de Estado y las complejidades internacionales.
Lección saludable también de la crisis de octubre de 1962 tanto para las personas como para los estados, es aquella que resulta del manejo inadecuado de las informaciones y la falta de transparencia. Los informes que recibían las partes y en base a los cuales se estaban adoptando las decisiones no eran del todo completos ni veraces.
Se ocultaron o manipularon datos que tornaron más difícil la solución, llegando a resultar, por ejemplo, que el Embajador de la URSS en Estados Unidos, Anatoly Dobrynin- como lo consignara más tarde en sus exquisitas memorias- desconocía la verdad completa de lo que Rusia planeaba en Cuba, lo mismo que Gromyko, el célebre canciller ruso, negó a Kennedy la verdad cuando éste ya tenía en sus manos las fotos de lo que en Cuba se gestaba.
Pero más que todas las lecciones anteriores, predominará siempre el triunfo de la inteligencia y el sentido común de ambos estadistas- Kennedy y Kruschev- quienes a pesar de la tensión enorme del momento, apostaron a una solución negociada de la crisis, evitándole al mundo una nuevo escenario dantesco de horror, destrucción y muerte. Es y será la gran responsabilidad de un verdadero estadista o de cualquier ser humano consciente de su deber para con quienes pueden ser afectados por sus decisiones o por sus omisiones.
Con inigualable brillantez lo expresó el Presidente Kennedy y es lección perenne para cuando nos corresponda gestionar una crisis o un conflicto: “…lo que me preocupa no es el primer paso, sino que ambos lados escalemos hasta el cuarto y el quinto… Y no pasaremos al sexto, porque no quedará nadie para hacerlo”.

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