La democracia dominicana: su camino

La democracia dominicana: su camino

Todo ejercicio analítico en las ciencias sociales es riesgoso. Muchos son los factores que intervienen en el devenir histórico, y a veces se producen eventos inesperados que cambian el curso de los procesos.Con esta aclaración, haré algunos planteamientos sobre el camino de la democracia dominicana, sus escollos y perspectiva.
La democracia electoral dominicana se ancló en sus orígenes a fines de los años 1970 en la estabilidad y fortaleza del sistema de partidos que estructuraron los tres líderes caudillistas del post-trujillismo: Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.
Ese liderazgo y las organizaciones partidarias que forjaron, dieron estabilidad al sistema político, tanto en su fase autoritaria de 1966 a 1978, como a partir de la apertura de 1978.
Pero la naturaleza caudillista de los partidos, y el clientelismo ancestral del Estado dominicano, ahora expandido, han retardado el proceso de modernización de las instituciones gubernamentales y de los partidos políticos.
Los principales cambios en el sistema electoral se registraron en la década de 1990, y fueron producto de las presiones internacionales y de la sociedad civil en medio de las crisis electorales de 1990 y 1994.
Las reformas al sistema electoral, sin embargo, no incorporaron mecanismos que promovieran mayor democratización del sistema de partidos.Por ejemplo, se estableció el financiamiento público de partidos, pero se mantuvo intacto el sistema de recaudación privada. Así, los partidos se convirtieron en nidos de acumulación de recursos económicos, y son las instituciones más subvencionadas de la sociedad dominicana. Se nutren del Estado por distintas vías y del sector privado, lícito e ilícito.
A pesar de que la ciudadanía confía poco en los partidos, un amplio segmento ha indicado en encuestas, a través de los años, que simpatiza por ellos. Esto comenzó a cambiar a fines del año 2016, cuando, por primera vez, las encuestas encontraron un mayor segmento de la población que no se identifica ya con los partidos. Hay que esperar para saber si esta tendencia se profundizará o no en los próximos años.
Mientras la historia de fuertes caudillos y la polarización política sirvieron de sedimento al sistema de partidos en las décadas de 1960 y 1970, el clientelismo y la corrupción ampliada han servido de soporte al partidarismo dominicano a partir de la década de 1980.
Los ejes que articulan la sociedad y la política dominicana en este principio del siglo XXI son la movilidad social vía la política, la migración de dominicanos hacia el exterior y los familiares que sustentan, la economía ilícita como el narcotráfico, y la migración haitiana de mano de obra barata sin posibilidad de reclamos como gusta a los empleadores.
Es una democracia que da cierta apariencia de progreso porque la política, los préstamos públicos, los flujos de inversión extranjera, la economía ilícita y las remesas crean espejismos de prosperidad; pero en esencia, la democracia dominicana es profundamente excluyente y de servicios muy deficientes.
Cuando había competitividad electoral, que permitía canalizar los descontentos, los partidos se alternaban en el poder. Eso se perdió. El PLD gobierna ininterrumpidamente desde el 2004 y la oposición se ha fragmentado cada vez más.
El sistema político dominicano se dirige a producir mayores niveles de insatisfacción en la población, y si no hay una renovación efectiva del sistema partidario y su liderazgo, la fórmula de partidos fuertes que ha sido sustento de la estabilidad política podría resquebrajarse totalmente.
La democracia electoral dominicana camina actualmente por un trecho angosto de posibilidades. La clase política parece insensible a los riesgos.

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