El 30 de mayo de 1961, el país se estremeció cuando  supo la noticia del ajusticiamiento del mal llamado Benefactor de la patria y fue a partir de ese acontecimiento, que comenzamos a vivir los efectos dañinos de la llamada democracia, que empezamos a disfrutar con todos sus beneficios y su mala aplicación.

Los que tomaron el poder, sin conocimientos de Estado ni de gestiones administrativas, llenaron de vicios su gestión, cuyos efectos estamos pagando todavía después de 49 años, con una reforma a la Constitución chapucera y acomodaticia, con consecuencias que todavía perduran después de varios años, ha habido otras, reformas encubiertas y acomodadas al capricho del líder político del  momento en cuyos casos ni siquiera los símbolos patrios han sido resaltados y el ajuste a la Justicia se ha pasado por alto, como el caso de la dependencia del Ministerio Público al Poder Ejecutivo, por lo cual  la Justicia  en el país no es neutral, pero en fin una carga política que hace a nuestra democracia viciada e imperfecta.

Los vicios de nuestra democracia nos hacen pensar por cuanto tiempo tendremos que soportar la crisis moral, los inmundos programas de televisión, la incivilidad, la miseria cultural, peor que aquella que vivimos durante la tiranía.

La gran abstención en las elecciones últimas son el producto de los vicios de una democracia manejada por políticos en  su gran mayoría rapaces y ambiciosos, faltos de principios y sin moral, por eso trataron por los medios más ilícitos, posicionarse en los mejores puestos por aquello de que los mejores puestos permiten resistir en los feudos municipales y autónomos la crisis que provoca la pérdida  de las elecciones presidenciales y seguir con sus rapiñas, aunque no todos, pues existen políticos honestos. De todas formas, las elecciones pasadas han sido una gran lección para la clase política dominicana, para el sistema democrático, para el conglomerado político en general, pero nos preguntamos ¿hasta cuándo? ¿por cuánto tiempo?