La desfachatez de los políticos con el país

La desfachatez de los políticos con el país

Las acciones de los políticos se han tornado cada vez en más impúdicas e increíbles en su accionar para arrollar al pueblo. Hasta uno de ellos dijo que si las primarias abiertas para elegir candidatos costaban cinco mil millones de pesos no importaba, ya que era el precio que había que pagar por vivir en democracia. Hay que tener fuerza de cara para expresar tales consideraciones frente a un país cada vez más pisoteado y burlado por el accionar de su clase política, enriquecida vilmente con la depredación de los recursos públicos.
El drama social en que se ha convertido la vida dominicana, desde que se democratizó el aprovechamiento de los recursos públicos, distintos para los fines que se habían destinado para el buen gobierno de la nación, ha incidido en cada rincón de la familia dominicana. No hay ninguna duda que el incremento de delincuencia, del maltrato de las parejas, de los asaltos a mansalva, el aumento del consumo de drogas, el irrespeto de los hijos para con los padres, es una consecuencia no solo del desbarajuste de la familia, sino de la educación que con toda su modernidad es cada vez más deficiente para las nuevas generaciones. Claro, la pobre motivación del magisterio y de su capacidad y asimilación de la preparación, pese a los buenos salarios, no permite que los valores positivos se arraiguen en las mentes de las jóvenes generaciones cada vez más propensas a desviarse del camino de la rectitud moral y cívica.
Se habla con orgullo de que ya son muchos los colegios privados que han cerrado o se han traspasado al oficialismo, por no poder competir con lo que ofrece la educación pública, de sueldos, de equipamientos, de tandas extendidas, alimentación garantizada, de la computarización de las clases y de modernos planteles. Sin embargo el índice de la delincuencia sigue en aumento, no solo en las calles, sino en el seno de las familias, con la constante agresión a las mujeres o de los hijos agrediendo a sus padres.
No hay ninguna duda que las agresivas y desnudas ambiciones de los políticos tienen una alta cuota del daño causado al país. Es que la impunidad con la que se han enriquecido se refleja en la forma de como evaden las denuncias de mucho peso acerca de maniobras gubernamentales para evadir sus propias leyes de contrataciones y de transparencia. Y los legisladores oficialistas aplastan con su poder de avasallar con su vocerío a la oposición para que la vida continúe su acostumbrado curso de complacencia y aceptación del desastre que realizan con los recursos públicos.
El país vive una etapa muy particular, pese a que todavía se disfruta de una relativa tranquilidad envidiable para cualquier otra nación de la región. Pero existe una ebullición interna de insatisfacciones que pudiera en cualquier momento estremecer esa paz que se disfruta desde hace 53 años. Y para eso siempre hay sectores cavernarios que se frotan las manos pensando que la anarquía está a la vuelta de la esquina. Y suponen que este estado de corrupción oficial rampante tan descarado de cómo se comportan los legisladores y algunos funcionarios deja mucho que desear. En antaño la discreción dominaba cuando la corrupción existía ya que eran más tímidos a la hora de exhibirse con la prosperidad recién adquirida. En aquellos tiempos los nuevos corruptos, si eran funcionarios o militares, cambiaban de amantes, adquirían una moderna residencia o exhibían un nuevo automóvil. Todavía no era el tiempo de las villas en las playas o las montañas y eran pocos los viajes en invierno al norte del hemisferio para ir a esquiar, como es la costumbre muy arraigada de los nuevos ricos corruptos de la ocasión.
Ya los políticos nos han acostumbrado a su vida de exhibición de poder y riquezas. No les molesta que se les mire con indiferencia si acuden a algún sitio público. Pese a que andan con una cohorte de aduladores no son mirados o son ignorados con la indiferencia y con la frustración del buen ciudadano de no poder hacer nada para impedir que se consagre la dilapidación de los recursos públicos.
Realmente la conducta de casi todos los políticos es la que ha distorsionado la vida y costumbres de los dominicanos que antes era un pueblo muy conservador en cuanto a la forma de vida y se carecía de una actividad social que era casi nula en comparación a la que existía en Cuba en los años 50. O a la que existe hoy en día que los sitios del buen vivir no dan abasto en ofertas, de continuas aperturas y francachelas constantes. Y el dinero corre a raudales y elevándose hacia el cielo las modernas torres para elegir por los nuevos afortunados de la vida política y económica de la nación.

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