La desventaja de las víctimas

La desventaja de las víctimas

Cuando fue promulgada, el 19 de julio del 2002, la Ley 76-02, que instituye el Código Procesal Penal, la sociedad creyó que se daba un salto cualitativo en la defensa de los derechos de las partes en los procesos penales. Sin embargo, con el paso del tiempo esa sensación ha cambiado de tal manera que ahora abunda la impresión de que ese código pone en desventaja a las víctimas, mientras enfatiza en la preservación de los derechos de inculpados, incluso clasificación por el peso de las evidencias.

La impresión está basada en tantos actos, resoluciones y sentencias que favorecen a personas inculpadas y contra las cuales pesa la evidencia concluyente, el fardo de la prueba. Se alimenta de la facilidad conque obtienen la libertad y reinciden personas que acumulan numerosas fichas. El prestigioso abogado Ramón Antonio Veras, cuyo hijo Jordi fue víctima de un atentado, percibe que el Código Procesal Penal desprotege a su hijo en beneficio de la parte inculpada, y clama por una modificación de ese código.

Con ese código, siempre parece haber lugar y oportunidad para una decisión en favor de inculpados, incluso de crímenes que han causado trauma social. ¿Dónde está el defecto de esta pieza? ¿Por qué deja la impresión de que es posible manipular su sentido para ponerlo del lado de los inculpados y en contra de los ofendidos?

La solidez se ha hecho añicos

Las cosas cambian, es cierto, y algunas de manera muy dramática y lamentable. Cuando el país se disputaba un espacio democrático, la solidez del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) sirvió de ariete para quebrar la intolerancia política de entonces, y abrió trochas en el oscurantismo para que el pueblo pudiera trillar el camino de las libertades.

Fueron aquellos tiempos de gloria para una organización naciente y aguerrida, a veces indómita.

Hoy por hoy, para pesar de la democracia, esa solidez se ha hecho añicos a fuerza de golpes de división que parecen irreparables, irreversibles. El PRD ha sido fraccionado desde dentro y quienes lo han fragmentado, basándose en una dialéctica inconsistente, se ufanan de encarnar liderazgos y de ser conductores de un instrumento de política. El partido blanco ha mutado de solidez que impulsó una vez la democracia a añicos que, penosamente, la lastran.

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