La diferencia de Duarte: su fe en Cristo

La diferencia de Duarte: su fe en Cristo

El que no ha leído la Biblia se pierde de narraciones mítico-históricas en donde el héroe es generalmente una persona común, incluso, alguien de pocos méritos o de conocidas limitaciones. Desde Moisés y David, pasando por los profetas y los apóstoles, hasta los santos más recientes, Dios, ciertamente, ha tenido dificultad en reclutar a “los mejores”, los más destacados, los más talentosos, y ha tenido que procurarse el servicio de hombres defectuosos, con grandes debilidades.

Los que detractan a Duarte y prefieren a Santana, e incluso a Trujillo y a otros que abdicaron al ideal, se corrompieron o se plegaron a un pragmatismo amoral, nunca han conocido a Dios, ni internalizado el pensamiento y doctrina de Cristo, acaso, más que como una cuestión cultural, sentimental o estética.

Ciertamente, han sido hombres como Santana, Trujillo y Balaguer los que han más aportado a la configuración del aparato estatal dominicano, aunque con acciones brutales, muchas veces, y demagogias, no pocas. Pero nada se hubiera hecho sin los hombres que portaron el estandarte del ideal. La fuerza moral del amor patrio unifica más que el miedo al enemigo. El temor paraliza o desbanda, el ideal une y armoniza el esfuerzo colectivo. Tan importante como eso fue la concepción, la plasmación de una idea clara sobre nuestra identidad, como diferente de europeos o haitianos, lo cual estuvo patente con toda nitidez en la mente de Duarte. Por otra parte, nadie tuvo la decisión, el coraje y las habilidades para enfrentar a los invasores haitianos como Santana. Pero aunque a unos no les agraden los Duartes, ni a otros les agraden los Santanas, un proyecto de nación requiere de ambos tipos de hombres, con tal que tengan integridad, de lo cual sobre Duarte no hay duda, mientras Santana no abusó del erario.

Pero siempre será fundamental que los hombres que dirijan la nación le crean a Dios (no basta creer que existe); hombres y mujeres que crean en lo imposible. Sin ello la humanidad no puede avanzar, se empantana, como estamos hoy en medio del pragmatismo oportunista, el inmediatismo consumista, y la degradación moral y espacio-ambiental.

Pero el realismo también es un ingrediente de todo proyecto razonable y viable. Santanistas y baecistas llamaban “jóvenes ineptos”, ilusos perturbadores, a los trinitarios. Los contrarios a Duarte, y hasta algunos de los más connotados trinitarios creyeron imposible el proyecto nacionalista sin el protectorado de una potencia extranjera. Ambos tenían razón, pero Duarte salió victorioso porque tuvo fe en la Providencia de Dios, y esta permitió conflictos internos en Haití y confrontaciones entre las grandes potencias, para que nuestra soberanía “se colara” por entre las redes del incipiente imperialismo norteamericano y del inveterado de las potencias europeas. Esas jugarretas las armó o las aventó Dios para darle cabida al sueño de Duarte, un creyente pétreo, convencido de que, poniendo primero a Dios, la Patria y la Libertad serían realidad en la República Dominicana. Cualquier proyecto nacional que reivindique el ideal duartiano requerirá de dominicanos que le crean a Dios.

 

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