La educación sexual previene el abuso sexual

La educación sexual previene el abuso sexual

José Miguel Gómez

Frente al abuso sexual infantil hemos perdido la capacidad de asombro, nos hemos acostumbrado a noticias desagradables sobre cómo maestros, sacerdotes, pastores, cuidadores, padres, tíos, abuelos, abusan de niños y niñas. El abuso sexual es cualquier forma de contacto con el niño (a) en sus genitales o cuerpo que les afecta, ya sea a través del juego, regalos, chocolates, dinero, chantaje o amenaza, produciendo daño psicológico, emocional, sexual, afectivo y moral. Cientos de niños son víctimas de maltrato psico emocional y sexual dentro de sus casas, en la escuela, en las comunidades, en actividades donde socializan con otros adultos. Sin embargo, los abusadores y violadores de niños, buscan o eligen actividades, trabajos donde acuden los niños. Esos monstruos vestidos de señores saben cómo tratar a los niños, jugar con ellos, hacerlos venerables, cómpralos, seducirlos e inducirlos a que hagan lo que ellos dicen.
Los agresores y abusadores utilizan la estrategia y táctica de los lobos: El lobo se pasa horas chequeando el rebaño de las ovejas, observa detenidamente al pastor, aprende donde se descuida, olfatea la oveja más joven, la más vulnerable, la que se queda detrás de las demás, la que al subir la montaña se cansa y se distrae, así calcula el lobo a su presa. Los perversos sexuales saben cuál es el niño o la niña más vulnerable, por el tipo de padres permisivos, por el hacinamiento, o estructura familiar, porque le gustan los regalos, el dinero, los dulces, o sencillamente porque el niño tenga una discapacidad, sea competitivo y demande mucho del trato, la empatía y afectividad con los adultos perversos. Es así como el abusador se posiciona y elige su víctima para abusarlos.
Después que tiene el control, le compra el silencio al niño, le amenaza, o le dice “si lo dices mato a tus padres”, “no te van a creer”, “tus amigos se burlan de ti”, “otros niños lo hacen y no dicen nada”, etc. Todas estas historias de dolor y angustia las he tenido que escuchar en niños y niñas abusados que acuden al servicio de salud mental del Hospital Robert Reid Cabral.

Los niños abusados empiezan a padecer un daño psico-emocional sin retorno: pesadillas, terror nocturno, ansiedad, depresión, pobre desempeño o apatía por los estudios, miedo a socializar, aislamientos, irritabilidad, problema de conducta o aprendizaje, baja autoestima o comportamiento deshinibido sexualmente.

Ese daño psico-emocional y sexual camina junto a su desarrollo como una pena muda, un silencio existencial que le recorre el pensamiento, las emociones y la afectividad, produciendo el Trastorno por Estrés postraumático, las disfunciones sexuales y depresiones recurrentes en la vida adulta. Pese a todo esto, aun con agresores sexuales dentro de las escuelas, el Ministerio de Educación no empieza la educación sexual y el programa afectivo sexual que ayude a los niños a no ser víctimas de abuso sexual, a cuidar su cuerpo, a denunciar al agresor, a saber qué hacer frente al maestro, cuidador, que pueda representar peligro.
Esta sociedad no cuenta con programas eficientes y eficaces de prevención contra el abuso sexual. No sé qué esperan para iniciar en las escuelas y colegios, los trabajos en el tema de la sexualidad sin prejuicio, sin tabúes y mitos, pero también, sin el estigma, de creer que educar en sexualidad humana es pervertir.
Una sociedad así no protege ni cuida a niños y niñas; más bien los expone y los hace vulnerables en la tecnología, la pornografía y de adultos con patologías sexuales y de personalidad. La educación sexual previene contra el abuso sexual.

Las familias y las escuelas deben de hablar y educar en sexualidad sana, responsable y en valores; son las que educan a sus hijos de forma integral, para que puedan prevenir, cuidarse, desarrollarse en una sexualidad para la vida. En nuestro país son muchos los niños y niñas que son abusados y prostituidos sexualmente, y es poco el apoyo que reciben. Los niños tienen derecho a vivir la dignidad, la protección, el cuidado y un desarrollo sano y armónico, que le permita una vida compartida en felicidad.

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