La escala insultónica

La escala insultónica

En las actividades políticas dominicanas el insulto ha llegado a ser un “arte abrasivo” fundamental. Las antiguamente llamadas “pelas de lengua”, ya no son solamente de lengua; ahora pueden ser magnificadas por las redes sociales de “internet”, «tuitiadas y retuitiadas”, hasta alcanzar una suerte de universalidad cibernética. Los nervios craneales hipogloso y glosofaríngeo, no poseen la fuerza insultante de las técnicas electrónicas. Las palabras por sí, tienen gradaciones expresivas; por ejemplo: cacá, pupú, plasta, mojón, mierda. En este caso, se trata de varias palabras que designan heces fecales. Pero significan una gama en crescendo del mal olor de los excrementos. Así como puede aumentar el volumen de una música, se puede hacer crecer el hedor de las palabras.

Los políticos dominicanos han encontrado la justa “vibración palabrónica” para cada insulto. Son artilleros que saben escoger el calibre preciso del proyectil para cada objetivo. He oído decir: ese funcionario es “un carajo a la vela”; también, el tipo que han nombrado en ese cargo es “un maco de letrina”. Son miles los insultos que tienen que ver con delitos comunes y asuntos relativos a la conducta sexual. A los que se han añadido “dichos” despectivos conectados con el uso de drogas narcóticas. Algunos insultos son frases idiomáticas recibidas en herencia a través de la lengua española, como es el mote de “hijo de puta”.

Otros improperios parece que nos han llegado desde La Habana. Eso se dice del vocablo compuesto “comemierda”. Esta comunidad histórica, geográfica, lingüística, comienza con el colonizador Alonso de Ojeda. De él se dice que llevó a Cuba la expresión “Ave María purísima”. Los restos de Ojeda fueron robados de la puerta de las ruinas del Convento de San Francisco, en Santo Domingo. Al conocerse el robo de los huesos y del relieve de bronce que cubría la tumba, algunos exclamaron: “Ave María Purísima”.

Hemos sido siempre importadores de groserías. Algunas proceden de los EUA. Otras son “patrimonio de la humanidad”. Cuentan que Winston Churchill dijo del líder laborista Clement Attlee: “es un hombre modesto con sobrados motivos para serlo”. Churchill, aristócrata conservador, empleaba la ironía como estilete. Los políticos de origen humilde, a su vez, son crueles con quienes llaman “bien nacidos hartos”.

 

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