La evolución de la mentalidad idólatra y la Navidad

La evolución de la mentalidad idólatra y la Navidad

Luego de que el hombre emprendió su propio camino, y se puso a sí mismo como su propio proyecto, no tuvo alternativa que hacerse ídolo de sí mismo. Surgió el culto al yo, con lo cual hipertrofió su yo. Desde entonces nuestro “héroe” desarrolló dos cultos y “culturas”: La del poder y la del placer. La primera tuvo su punto de partida en Babel, donde empezó el desarrollo de la tecnología de las grandes construcciones y la de guerra. Vino luego el imperio babilónico, proceso que viene culminando en el imperio-pentagonismo y el Empire State.

La segunda versión declara que el individuo y no Dios, es dueño de su cuerpo, para darle gusto o cuidarlo. Tuvo su primer brote en Sodoma y Gomorra, en donde se declaró y se desarrolló el culto al placer corporal, la sensualidad, por delante y por donde pluguiere. Estas dos líneas de “evolución”, la del poder personal basado en conocimientos y bienes económicos y bélicos, y la del placer y consumo, basadas en la amoralidad y el egoísmo, son la presente culminación del proyecto del hombre por su propia cuenta, apartado de los caminos de Dios, de acuerdo a lo que narra Génesis 3: 4 y 5. Pero el hombre tuvo el inefable pudor de disimular su atrevimiento, acaso para ir convenciendo a otros de que ser su propio Dios no era un invento suyo, carente de la bendición de alguna divinidad. Por tanto, tuvo otra “brillante” iniciativa: llenar el espacio vacío, es decir, el que le correspondía a Dios, con ídolos, fetiches, cultos y festividades apartados de cualquier moral, pero muy divertidos, por cierto.

El gran vacío de Dios, sin embargo, le iba a exigir demasiado tiempo y esfuerzo para ser llenado. De ahí que el personaje de esta historia tuvo que inventarse nuevos y renovados mitos, creencias y cultos, pero también, muchos nuevos hábitos y creencias, diversiones y aficiones. Muchas artes y saberes, conocimientos y ciencias, deportes y diversiones tuvieron su origen o su auge en ese contexto; el de la idolatría, que es, recordemos, la forma obligada a que lleva el culto del sí mismo. Lo cierto es que para desterrar a Dios se necesita apoderarse de toda la tierra, y para sepultarlo, toda la materia y la anti-materia, y aún todo el polvo cósmico del universo, y aún no se lograría tan obstinado y absurdo propósito.

En el transcurso, Dios ha sentido lástima de su personaje y le ha enviado a sus profetas, y a su hijo, con perfil de antihéroe: pobre, humilde, sencillo. A uno los apedreó, a otros, los mató, para que nadie volviera a hablar del asunto. Su mensaje pervive: El hombre debe arrepentirse de sus malos caminos y retomar la amistad con su Padre y adoptar “Su” Proyecto para con la humanidad. Es ese hecho lo que ha originado estas celebraciones que llamamos la Natividad o Navidad de Cristo. Tenemos una nueva oportunidad, no permitamos que se nos robe de nuevo. Celebremos esta fiesta con ese ánimo y propósito.

 

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