La fuerza moral de la democracia

La fuerza moral de la democracia

Cuando todo se derrumba o parece derrumbarse, aparece. Está allí. Siempre ha estado, acunada en cada rincón, en cada conciencia de los seres libres. En estado latente, vigilante siempre, aguardando el momento preciso. Su presencia se insinúa en múltiples formas. Un escrito, una manifestación de protesta, una denuncia, una rebeldía. Una conversación. Un hecho determinado, trascendente, inesperado o decidido, más que el hastío, las catapulta y multiplica. Produce el milagro de los peces. Desatada, no hay fuerza ni forma de detenerla. Ni la muerte aleve, ni la represión. Su semilla se esparce. El ejemplo moral de civismo germina en cada puerto, en campos y ciudades, indistintamente. Crece en los cuarteles militares, en la sociedad civil organizada, en los partidos, en las iglesias, en las escuelas y universidades, en el empresariado responsable, en el taller, en la ciudad, en el aire que se respira, en el ambiente que nos rodea. En algún nido anhelante de mariposas.

Es la reserva moral de los pueblos, de quienes, jóvenes de espíritu, son capaces de alcanzar una estrella; flor que perfuma y brota por encima del lodazal que le cubre y pretende asfixiarla; luz que resplandece cuando la noche se torna tenebrosa y oscura; cuando la perversidad del malo, su impunidad y arrogancia, las hace más cierta e imprescindible. Lección aprendida de la historia, de los pueblos libres, repasada cada día sin horas de una tarde de lluvia o de sol resplandeciente, de tertulia con unos cuantos ilusos, hijos rebeldes a lo Bertold Brecht, indoblegables, que creen en la vida y en la indómita fuerza moral que la sostiene.

Urgida por esa fuerza poderosa, de la moral y de la ética, del patriotismo y la utopía, de la integridad y del sacrificio, del respeto al derecho ajeno y a la Constitución, de la justicia social y la solidaridad que conlleva, emergió desde el fondo de la conciencia de hombres y mujeres decididos, libres de temores y de prejuicios, la gloriosa REVOLUCION DE ABRIL, la hermosa epopeya nacionalista, romántica, humanista, nimbada de ideales.

De patria libre y soberana, cuyo principal y único objetivo era y sigue siendo “darle alas al espíritu”, a la lucha solidaria del pueblo, para cobrar lo que por derecho propio le pertenece y le ha sido arrebatado: educación, salud, trabajo, dignidad, libertad, bienestar y justicia. Calidad de vida. Reivindicar la sociedad de las grandes causas de sus grandes males, no solo de la clase política y de la clase gobernante anquilosada, corrupta y explotadora, apenas su efecto.

Mañana 24 de Abril se cumplen 49 años del inicio de la deslumbrante epopeya que llamó la atención del mundo y nos hizo sentir hijos legítimamente orgullosos de Quisqueya.

Hoy, casi medio siglo después de aquella imborrable hazaña libertaria, plena de heroísmo, nos sentimos verdaderamente indignados ante del triste despojo inmerecido, la circense cosecha que avergüenza.

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