La guerra no es la solución

La guerra no es la solución

Como dominicana me indigna que se queme nuestra bandera o que se invada nuestro suelo patrio. Un consulado, esté donde esté, técnicamente es territorio del país que representa y su violación es inaceptable.

Los hechos anti dominicanos acaecidos en Haití, han dado pie a la exacerbación del odio y a la sed de venganza de una buena parte de la población dominicana. Es entendible. Incluso no falta quien propone sin pudor, acciones armadas, sin embargo, son conflictos de solución diplomática, no bélica.

Como periodista soy proclive al análisis, por eso para ser objetiva trato de desapasionarme e intento  buscar las opiniones, agravios y desagravios de ambas partes.

Según la  doctora Rachelle Charlier Doucet prestigiosa antropóloga de nacionalidad haitiana, conocida en los medios por sus posiciones moderadas y su talante conciliador,   en Puerto Príncipe, los organizadores de la marcha no tenían el consulado en su recorrido comunicado a la Policía Nacional. El recinto consular estaba guardado por soldados haitianos. La persona que subió al techo solo logró tomar la bandera, pero no quemarla porque los policías haitianos lo impidieron. La bandera fue entregada por la policía nacional al cónsul dominicano. Hay videos que evidencian eso.  Lo que ha pasado frente al consulado fue cosa de unos cuantos radicales  que habían traído otra bandera dominicana y  la quemaron frente al consulado.

En su artículo titulado «La Guerra entre la República de Haití y la República Dominicana no tendrá lugar» publicado el pasado 16 de febrero, en el periódico Le Nouvelliste (diario haitiano), señala que “la violencia es el argumento de los que no tienen argumento».

Lo que está claro es que, extremistas, hay de ambos lados, creyendo que la violencia es la solución.

Alguien tiene que mostrar un poco de cordura en todo esto y medir las consecuencias. Un acto de protesta en Haití, es lícito y probablemente justifiquen sus quejas en algunos aspectos. Al menos sería discutible cuando argumentan que también aquí se queman sus banderas; que aparece un joven compatriota ahorcado en un parque público, que se les explota desde el punto de vista laboral, o en general, que se les dispensa un trato indigno. Insisto, podría ser discutible, pero no lo es llegar al extremo de atacar una embajada o quemar una bandera; como tampoco lo es, que periodistas irresponsables  solivianten a la población incitando a la violencia.

Aquí, el viernes 27 de febrero, durante la conmemoración de la independencia dominicana, un grupo de nacionalistas, frente al Parque Independencia, protestaron  exhibiendo pancartas con fotografías del presidente Danilo Medina, acusándolo de «traidor a la patria» junto a las de periodistas a los que calificaron de  “pro haitianos”.

Qué se busca, ¿una guerra? Para algunos podría resultar hasta romántico plantearse el tomar las armas contra el enemigo, pero vayamos un poco más allá e imaginemos para qué. ¿Para exterminarlos? ¿Para echarlos a todos del país? O que nos echen ellos, como hicieron con el ejército napoleónico en 1804? Difícilmente, porque Haití no tiene ejército, lo que significaría que nuestras fuerzas armadas tendrían que luchar contra  civiles. Solo imaginen la opinión de la comunidad internacional… Bueno, pues aún en caso de que lo consiguiéramos, se plantearían serios vacíos laborales en nuestro lado, e incluso económicos, ya que, la nación vecina es uno de nuestros principales clientes en las exportaciones. Cualquiera que clame por las armas, debería pararse a pensar en el costo material y humano que tendría una contienda, sin importar de quien fuera la victoria.

Hay quienes claman venganza en nombre de Duarte, y esto me invita a hacer varias reflexiones, porque evoco su imagen, recuerdo su sueño y reconozco su gesta, pero también lamento lo mal que fue pagado.

Indiscutiblemente, Duarte fue el ideólogo y el artífice de nuestra independencia. Creó el “Movimiento Trinitario” con las experiencias acumuladas en diferentes lugares de la vieja Europa. Pero recordemos que su talante político era inequívocamente liberal. Sin embargo, había otro grupo bien definido: los “Conservadores” compuesto por hateros, terratenientes y, en general criollos acomodados, que pretendían, luego de la escisión, una anexión a cualquiera de las potencias de la época; recordemos que el Plan Levasseur no era más que el coqueteo que los “Pedro Santana, Buenaventura Báez o Tomás de Bobadilla” tenían con el Cónsul francés para que la gran Francia nos acogiera en sus brazos.

Pues bien, son esos mismos conservadores los que, una vez concluida la audaz gesta de independencia  forzada por los Trinitarios, les apartaron del gobierno con la excusa su juventud e inexperiencia,  declarando después a Duarte, Sánchez y Mella “traidores de la patria”. Y consiguieron que terminaran desprestigiados, fusilados o empobrecidos en el exilio.

Por eso es paradójico y contradictorio que en el presente, los denominados “Ultraconservadores” evoquen la figura de Duarte y en su nombre amenacen de muerte a profesionales de la comunicación como es el caso de Huchi Lora, Juan Bolívar Díaz, Roberto Cavada, Amelia Deschamps y Marino Zapete. Más bien deberían evocar a Joaquín Balaguer y a su “Banda Colorá” que tan limpiamente se deshiciera de los periodistas más valientes, responsables y comprometidos de aquel tiempo, en un  intento de enmudecer al conjunto de los comunicadores que luchaban por rehabilitar la libertad de expresión, recuperada tras el ajusticiamiento de Trujillo.

Y si de lo que se trata, es de deshacerse de los haitianos o de sus descendientes en nuestro suelo, en vez de evocar la figura de Duarte deberían mejor, hacerlo con la de Trujillo, que en 1937 lo resolvió muy fácilmente matando a miles, en lo que se conoce como la Masacre del Perejil.

No corren buenos tiempos para las posiciones radicales. Permitamos que los diplomáticos hagan su trabajo y resuelvan el incidente. Todos los que habitamos en esta isla, estamos condenados al entendimiento, a la cooperación y al respeto mutuo.

Definitivamente nos hace falta un poco más de cordura, pero esta solo vendrá de la mano de la comprensión, la ecuanimidad y del conocimiento de la historia.

Definitivamente, LA GUERRA NO ES LA SOLUCIÓN.

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