La hipocresía como método de gobernar

La hipocresía como método de gobernar

Dicen que Juan Bosch escribió “La Mancha indeleble” para describir cómo Rómulo Betancourt entregó su cabeza cuando ingresó al partido, cuyo adoctrinamiento y lavado de cerebro convertía a los militantes en autómatas que todo lo veían a través de las anteojeras que les colocaba el comunismo.

Cierto o falso, lo cierto es que el cuento del cuento anda por América desde cuando Rómulo ocupaba la Presidencia de Venezuela y se ha convertido en un modo de ver, de entender el adoctrinamiento de aspirantes a miembros, miembros plenos, militantes y dirigentes de un grupo político.

Ese método de enseñanza uniformizaba a los miembros de modo tal que hablaban, gesticulaban, argumentaban, discutían empleando las mismas palabras y engolando la voz para que su elocución fuera similar a la del maestro, maestro en el arte de comunicar con la palabra y con la pluma.

Algunos de los aprendices lograban adquirir el ritmo del maestro pero se quedaron lejos del saber del hombre que contó que el gato y el perro eran tan amigos que todo lo hacían juntos.

El gato le enseñó al perro cómo era ser gato. Un día los animales pelearon. El perro confiaba que vencería al rival puesto que era más fuerte, el minino, desesperado, trepó al cogollo de un árbol y desde allí respondió el reclamo del perro que preguntaba por qué no le había enseñado esa maña, a lo que ripostó el can: porque no se le puede enseñar todo a todo el mundo.

El adoctrinamiento fue exitoso, los adoctrinados aprendieron a ser disciplinados, organizados, hicieron profesión de humildad y rompieron sus vestiduras ante la sociedad, en su formidable afán porque sus malabares verbales y su conducta sibilina acompañara sus caritas de yo-no-fui y sus actitudes aprendidas en la escuela de la maestra de la simulación, siempre citada por sus resultados con los atropelladores de los principios morales: la profesora María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano.

Recuperadas las cabezas, los ya miembros iniciaron el camino ascendente hasta la búsqueda del poder a como diera lugar. Juan Bosch le enseñó la última maña al perro cuando se rindió a los dictados de Joaquín Balaguer y levantó la mano de su dizque rival, pero para bailar la bamba se necesita una poca de gracia y otra cosita: desvergüenza.

Cuando el doctor Víctor Terrero actuó como un profesional responsable y la actitud medieval de la Iglesia Católica lo excomulgó por endosar el aborto en condiciones especiales, ninguno, ninguno de los miembros del PLD dijo esta boca es mía, porque en los cursillos de lavado de cerebro no se incluían responsabilidad, vergüenza, solidaridad ni responsabilidad. Entonces, lo dejaron solo, ahora no son honestos ni verdaderos, son oportunistas y muchachos de mandados del Presidente.

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