Cimentar la imagen de una institución es una tarea que se edifica ladrillo a ladrillo, por lo que cada uno de los integrantes de la misma, desde el ejecutivo de mayor rango hasta el trabajador de menor jerarquía, debe conectar sus actitudes, sus fuerzas operacionales y trabajos inteligentes, con la plataforma emanada de la investigación y la planificación estratégica.
No es fortuito el hecho de que haya algunas instituciones que proyecten una imagen sólida y bien fortalecida, ya que esta surge de la combinación de las buenas prácticas que el conglomerado o público activo apalancan en materia de Comunicación Corporativa y/o Relaciones Públicas.
La buena imagen tiene que ver con el impulso que cada uno de los colaboradores internos o empleados hagan o dejen de hacer para que la entidad envíe buenas señales a una sociedad que cada vez se torna más exigente y demanda de los colectivos que apliquen lo que en el ámbito administrativo se denomina una mayor responsabilidad social.
Debe emplear una política de buena vecindad y de armonía entre los intersticios que se entrecruzan en los micros y macros espacios y sistemas que operan dentro y fuera de la formación en cuestión, pero para ello, estos deben conocer y tener conciencia a plenitud del rol que lo que desempeñan.
La comunicación es un eje transversal que se mueve en un ambiente ecológico de mucha interactividad porque sus informaciones son abordadas por entes o fuentes que poseen la tecnología en sus manos, lo que podría ser una fortaleza, una amenaza, una debilidad o una oportunidad para que los públicos decisores o influenciadores construyan una imagen favorable.
Está la imagen que es la percepción que se tiene de una persona o de una institución, la autoimagen, que es que se tiene de sí mismo y de ahí depende la estima y la identidad que se tenga de algo o de alguien.
Tenemos que recordar que el hombre es el que les coloca los signos los contenidos de las cosas, y para ello este se desenvuelve en un contexto económico, político, social y cultural. Todo esto viene a colación del cambio de mando que inició recientemente la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con la escogencia mediante votación en el Claustro Mayor, de la doctora Emma Polanco Melo.
Esta academia anida en su seno una mina de talentos, con muchos doctores, maestros y profesionales de las distintas ramas del saber, siendo la institución que ha sido capaz de sobrevivir a los embates de toda índole, y gracias a su fuerza moral, la misma ha sabido lidiar y como el ave fénix, volar alto, a pesar de la contrafuerzas que desde ella se hace para castrarla.
La UASD, no es monolítica, pero si es una célula viva llena de muchos logros y éxitos, y también de cofres grandes de prendas en materia docente, investigación, postgrado, extensión, tecnología y planificación y cuenta con un cuerpo estudiantil que es apetecido por sectores poderosos que infoxican al resto de la sociedad.
“ …Y, sin embargo, se mueve”, frase que se le atribuye al físico Italiano Galileo Galilei, y que puede ser encajada a la academia estatal, la cual, a pesar ser flagelada y auto flagelada, tiene un halo de luz en esta sublime ocasión para elevar su índice o calificación en asignatura titulada “la imagen”.