La importancia del mediador

La importancia del mediador

Escuchar a cada parte en cualquier negociación dirigida a fijar normas que rijan naciones no supone la obligación de acoger de forma absoluta sus puntos de vista. El producto final de gestiones conciliadoras encaminadas a establecer bases para cualquier acuerdo debe ajustarse a las conveniencias y preocupaciones de la sociedad, tomando en cuenta metas esenciales y valores, los que incluso podrían estar en aguda contradicción con las posiciones de conveniencia unilateral de aquellos que tendrán que someterse a los pactos buscados. No hay dudas: construir obligaciones trascendentales que dejen satisfecho a todo el mundo es utópico; y resistir el empuje de quienes pretendan imponer criterios es tarea ciclópea en sociedades o foros supeditados a instituciones débiles o dominadas; campo abierto a la pretensión de supremacía.

De ahí la importancia de que los entes de mediación o arbitraje sean del mayor crédito posible con total aceptación anticipada de los dialogantes. Esto para dar fluidez a las conversaciones haciendo respetar límites éticos y desautorizando exposiciones que obstaculicen el proceso. El mediador por excelencia en agendas para conjurar usuales conflictos sociales y políticos debe colocarse entre dos o más fuegos en nombre de quienes no están allí como para terciar, siendo paradójicamente los que recibirán las consecuencias de lo acordado: la gente común, el pueblo llano.

Pequeñas cosas en gran cantidad

El motor de construir y de otras realizaciones del Estado se mueve en parte con el combustible llamado deudas, de todos los calibres, y las obras más socorridas son de dimensiones mayores al tiempo que parecen declinar algunas inversiones de costo menor que antes libraban ámbitos urbanos de calles rotas en perjuicio del transporte en general e irritación de las juntas de vecino.
Los ayuntamientos del país y el Ministerio de Obras Públicas están aliados para atender necesidades de los munícipes de todos lados, como sería resolver el mal estado de pavimentos y mejorar condiciones ambientales en los barrios, deterioro que resulta de una desatención que afectaría la imagen de autoridades llamadas a proceder. El brío endeudador de lo público crea una artificial suficiencia que debería servir también para las pequeñas cosas.

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