La imprenta, el ordenador y la Internet

La imprenta, el ordenador y la Internet

A pesar de que un gran número de lectores permanecerá aferrado al libro impreso por muchos años, durante el siglo XXI la imprenta está condenada a ser sustituida por el soporte magnético y el libro, como objeto, se convertirá en una pieza de colección destinada única y exclusivamente para coleccionistas. El soporte magnético, como sucede hoy día, tendrá muchas de las características del libro que todos conocemos y que, desde la invención de la imprenta, ha evolucionado poco. Las variantes que se han introducido a la Biblia sacra latina, el primer libro impreso por Gutenberg en 1455, son mínimas si se hace la cuenta de más de 500 años de historia de la impresión, porque el principio gráfico es el mismo de los finales de la Edad Media.

Los inventos de reproducción como la fotografía, para solo citar uno de suma importancia en su evolución, fueron incorporados a la imprenta y la enriquecieron. No la afectaron porque la imprenta, así como los diferentes sistemas de reproducción que la constituían nunca la pusieron en tela de juicio como soporte de las palabras y las gráficas sobre la hoja de papel. Sin embargo, cuando el ingenioso alemán publicó en serie la Biblia no tuvo que romper tajantemente con los recursos y avances que había hecho el libro hasta entonces. Los incunables, como se le llama en la industria del libro a las primeras obras publicadas después de la invención de la imprenta hasta bien entrado el siglo XVI, conservaron muchas de las características de los manuscritos que se reproducían en los monasterios de los benedictinos, pero los pacientes monjes copistas comenzaron a perder importancia y los sustituyeron trabajadores menos especializados.
El sistema de cajas de tipo, el linotipo y el offset coexistieron durante todo el siglo XX. Los dos primeros, al menos, buscan reproducir técnicas “antiguas” que le dan valor de colección al libro. El offset comienza ya a convertirse también en un sistema de reproducción con valor histórico. La perfección que han alcanzado las máquinas de fotocopias, apoyadas en la computadora, engañan a cualquier especialista del libro impreso. Y es precisamente el ordenador personal con su entrada en los hogares a finales del siglo XX el que marca el punto de partida de la crisis de la imprenta.
Con el ordenador al alcance de todos se han suprimido oficios de la imprenta moderna. El componedor, primero, y el diagramador, luego, se han visto afectados por los programas PageMaker, QuarkXpress y últimamente InDesign, para solo citar algunos de los más en boga en los usuarios del “personal computer”, a lo que se les agrega el sistema de reproducción en serie que aseguran las máquinas de fotocopias con encuadernadoras integradas. Pero ese nuevo sistema de reproducción todavía no es el que realmente va a dar al traste con la imprenta, al decir de los especialistas. Al menos con la imprenta como la entienden los trabajadores del libro pues aún está muy aferrada a los principios de la estampa de los últimos cinco siglos. El tiro de gracia a la imprenta se lo dará el libro con soporte magnético, aunque cohabiten durante algunos años.
El libro magnético incorpora todos los recursos de la imprenta. Incorpora la fotografía, puede ser reproducido por una impresora personal, en colores o blanco y negro, reproduce gráficas, pero también introduce el sonido y la imagen en movimiento que la imprenta fue incapaz de incorporar. Al menos en un solo soporte. A ese soporte se le llama hoy multimedia, pues trata de ser totalizador. La imprenta, la de Gutenberg, incapaz de integrar lo escrito, lo sonoro y lo visual en movimiento, se hace de lado para permitir que el soporte magnético ocupe su lugar. Y eso implica también una revolución en las artes. Los artistas del siglo XXI, gracias a las posibilidades que les ofrece el soporte magnético, tendrán que concebir su arte dentro de otras perspectivas. Los escritores del siglo XX, al menos muchos novelistas, tuvieron que escribir en base al cine. Pensar una obra que pudiera representarse en la pantalla. Recordemos simplemente a Faulkner y Hemingway…
No obstante, la crisis de la imprenta no significa necesariamente una crisis del arte en general. Se trata de un nuevo reto y de la apertura de nuevas vías artísticas y de la impresión. De un arte total y, tal vez, menos individual como el que hasta ahora, con excepción del cine, tenemos la costumbre de consumir. Tampoco el libro, como concepto, dejará de existir, pero no será reproducido de la misma manera que el que todos conocemos. Puede integrar imágenes en movimiento y sonido, pero seguirá siendo libro. Circulará a través de la Internet. El libro, como lo concebimos hasta ahora, será un objeto de colección. Por el momento solo les resta a los intelectuales pensar en los derechos de autor, en particular para los libros que circulan y circularán en la red como ya lo hacen de manera normal, sin que nadie se inquiete porque desaparezcan en papel impreso como algunos periódicos y revistas que se difunden únicamente a través de la Internet y se les denomina “digital”.

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