La intrahistoria en «Manolo», de Edwin Disla

La intrahistoria en «Manolo», de Edwin Disla

DIÓGENES CÉSPEDES
dcespedes@codetel.net.do
En literatura, el concepto de intrahistoria se le debe a Unamuno y quedó esbozado en el artículo anterior cuando evoqué lo que le ocurrió al conde Hugolino y sus hijos en la Divina Comedia de Dante.

En la novela «Manolo» pertenecen a la intrahistoria las acciones, reales o ficticias, de los personajes reales y sus discursos a cuales el historiador no tuvo acceso por estar ahí en el momento en que se produjeron y que una memoria vicaria los refirió. Los discursos y las acciones de los personajes reales de la novela son intrahistoria siempre que se produjeran en el espacio de lo particular privado o íntimo donde nadie tuvo acceso, excepto los protagonistas.

Existe otro espacio que no es tan particular privado, pero es de secreto altamente político: el comité central, el comité político y los lugares de reuniones de la Infraestructura, aquella especie de buró militar que logró, con la estrategia y las tácticas que desarrolló, imponer el levantamiento guerrillero como la política oficial del partido 14 de Junio, al cual controló y llevó a su desaparición, tal como se lo propuso la contra insurgencia local e internacional luego de que Manolo le revelara al adversario, en el mitin del parque Independencia, que estaba dispuesto a subir a las escarpadas montañas de Quisqueya si la reacción intentaba derribar el orden constitucional o atacara su movimiento revolucionario.

Ese momento es el núcleo central de la novela de Disla y a esas reuniones y largas discusiones tanto de la Infraestructura y sus miembros, individual o colectivamente, asistirá el narrador al adoptar diferentes planos (omnisciente, semi omnisciente, memoria vicaria a través de las grabaciones hechas a quienes participaron en aquellos acontecimientos o la creación de personajes ficticios como Sergio y Tito). Otras veces hará lo mismo con las reuniones del comité central y los miembros de este último que se opusieron desde siempre a la Infraestructura y las pretensiones de sus miembros más guerreristas que apoderarse del partido, aislar a Manolo Tavárez y a quienes le apoyaban con la tesis inicial, derrotada luego, de que no existían en ese 1962-63 condiciones subjetivas y objetivas para lanzar una guerra de guerrillas tumbaran a Bosch o no.

Bernardo Vega, a posteriori, ha señalado como real el pánico que tenían los norteamericanos de que en el Caribe, y la República Dominicana era el país candidato por excelencia, se instaurara un segundo régimen castrista.

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