La justicia desproporcionada también es un tipo de violencia

La justicia desproporcionada también es un tipo de violencia

La justicia desproporcionada constituye un tipo de violencia, una violencia estructural, que genera aún más violencia. De esta manera lo plantea el sacerdote Ramón Alberto Núñez Holguín, en su abordaje a los nuevos modos de expresión de la violencia dominicana.
El religioso explica que si bien en el país la violencia suele circunscribirse solo a las agresiones físicas, este es un tema muy complejo, y pone el ejemplo de la justicia “parcial”, donde se sancionan a unos por faltas leves y otros de mayor dimensión salen absueltos, representando un tipo de violencia estructural que trae más violencia al mermar ese bien común, que deriva en pobreza, marginación, impunidad e inversión de valores.
Cita el caso de una comunicadora, que meses atrás fue suspendida de los medios por 30 días por supuestamente hacer uso soez y vulgar del lenguaje, mientras que a políticos vinculados al soborno millonario de la empresa brasileña Odebrecht “no les pasa absolutamente nada”.
El sacerdote, en su artículo publicado en Raíces, una revista de pensamiento cristiano, califica como alarmante el nivel de violencia que impera en la sociedad dominicana y que, como una melodía que se repite una y otra vez, no dejan de sucederse las muertes por hechos violentos diariamente.
Para él lo más preocupante es cómo la violencia se ha normalizado.
Como un ejemplo de esa normalización pone, el que con frecuencia se usen palabras ofensivas, altisonantes o despectivas como parte del lenguaje coloquial hacia los demás.
El problema de la violencia dice, amerita una mirada atenta, que, “si es posible sea independiente de creencias, profesión religiosa, estrato social o de género, para identificar actitudes y causas subyacentes en nosotros mismos y los demás, que puedan ser erradicadas en el momento oportuno”, dice.
No solo el Estado. Núñez entiende que “el problema de la violencia no puede tener solo la bandera del Estado y sus poderes.
Más bien, dice que para enfrentarlo desde la raíz hace falta la participación de la sociedad civil y sus instituciones.
Entiende necesario además, generar mayor conciencia sobre formas de conducta que no se deben tolerar y mucho menos estimular.
A su juicio, no se trata de esperar que el Gobierno de turno promueva políticas públicas, “de cara a la solución que buscamos”.
Dice que es posible que se trata, “más que nada, de iniciar por las bases, por la familia”, plantea el religioso.

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