La juventud y el efecto pobreza

La juventud y el efecto pobreza

Más que aparecer nominalmente con propósito de distinción en una fecha anual por el prurito moderno de rendir homenajes de calendario, lo que procede con los jóvenes dominicanos es establecer políticas más orientadas al desarrollo que a la asistencia social. Empeñarse en que este país crezca en términos productivos reales y por tanto con derrame de oportunidades para la gente que quiere estudiar o trabajar. El segmento ciudadano de esa condición es mayoritariamente de edades que no pasan de los 35 años. Pero la nación está llena de necesidades. Más de la mitad de su población es remunerada con mucho menos dinero del que realmente necesita para vivir con dignidad y satisfacción material. Para salvarla de esa pobreza auténtica (no la que algunas “estadísticas” dan menor dimensión) se necesitan cambios estructurales.
Las declaraciones de intención y los elogios, más unos cuantos actos floridos al año, no son suficientes. En estos tiempos de efectismos y propaganda, hay más interés por la apariencia que por los hechos concretos. Con énfasis se le ha recordado al país en estos días que el mayor desprecio a mujeres y hombres en edad productiva es que el poder de compra se estancó hace años mientras ha crecido la economía y a pesar de que la productividad (o provecho que el empleador extrae al asalariado) ha ido hacia arriba. Una injusticia para la juventud en general a la que hoy todos felicitan.

Sumar esfuerzos contra el vector

La relación entre zika-virus y el efecto nocivo sobre los embarazos estalló hace poco, pero la ciencia médica todavía no la certifica a plenitud y no hay consenso sobre las otras consecuencias que encierra para la salud. Hay que actuar como si fueran muy graves y un pronóstico de que avanzará a todo dar por América obliga a la mayor prevención.
El indefectible enemigo sobre el que hay que fijar atención es el mosquito Aedes aegyptis contra el que debe levantarse una barrera de voluntades; algo difícil, porque en cualquier lugar aparece agua estancada y no en todo sitio coinciden la conciencia y la acción para eliminar criaderos. Pero el pleito hay que echarlo para poder dormir tranquilo. Los Estados tienen que promover, y no solo hablar, el saneamiento movilizando recursos y colectividades, sin dormirse en operativos de corta duración.

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