La legalidad de la riqueza

La legalidad  de la riqueza

Hay un viejo adagio que reza: “Detrás de cada fortuna hay un crimen”; sin embargo la práctica ha demostrado que no es así, porque, modernamente, con el simple hecho de sacar un premio de la lotería ningún ser humano se convierte en delincuente o criminal; lo mismo ocurre si, haciendo un hoyo para letrina en el patio de su rancho, un agricultor encuentra un tesoro escondido.

Lo convenido entre las partes es ley y si yo pago a un campesino 10 millones de pesos por 10 metros de terreno, lo convierto en multimillonario, no importa que la sociedad lo acuse de haberme estafado y me señale por ser un verdadero estúpido. La transacción es legal y el resultado también. Lo aberrante o extraño no necesariamente implica ilegalidad.

Los que se enriquecen con dinero del Estado o del crimen organizado, han creado múltiples mecanismos para no dejar rastros en sus operaciones y en ello son asesorados por hábiles abogados conocedores de las leyes y sus debilidades. El Ministerio Público menospreció el principio de que lo adecuado es investigar, acusar y penalizar cuando aún el dinero está sucio y no hacer el ridículo cuando, mediante transacciones legalmente sustentadas, ya está lavado; por eso su esfuerzo lució poco convincente para darle cuerpo a una acusación contra el senador Félix Bautista, fundamentada en las apariencias, conforme a la expresión popular “demasiada fortuna en muy poco tiempo” minimizando la realidad de que él no sería como el campesino que recibió 10 millones de pesos, sino como el comprador de los 10 metros de terreno donde sabía que en el 1602 un pirata caribeño enterró un botín.

 

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