La maltratada base jurídica

La maltratada base jurídica

En República Dominicana, la Constitución, que debería ser el armazón jurídico permanente que confiera solidez al Estado y a sus relaciones con ciudadanos, ha sido tratada con un respeto más retórico que práctico. La antológica descripción de “mero pedazo de papel” a veces dada, figura ya en la historia como cinismo para avergonzarse.

Como supuesta espina dorsal de una legalidad favorable al pueblo, la “venerada” Carta Magna recibe a través de tantas fallas y vacíos institucionales, mucho desprecio. Lo dijo hiperbólicamente en estos días el reverendísimo obispo Grullón de San Juan de la Maguana; aquí no hay respeto a las leyes; todo el mundo hace lo que le dé la gana.

Algo más: el Estado como sistema muestra deplorables ineficiencias. La Policía y la Justicia no disuaden al transgresor, incluyendo a los de tránsito. Se descubren mafias bajo solemnes investiduras y la enseñanza sigue con deficiencias mayores, bajo un supuesto Estado Social de derechos. Los hospitales, aún flamantes, no conjugan condiciones perdurables para bien servir. Existen la aceptación y la exigencia de sobornos y el uso de altos cargos para elevarse salarios y privilegios contra la igualdad; y el recaudar es injusto. Si aquí es frecuente que las leyes adjetivas sean pisoteadas, y se modifica la Constitución tres veces en poco tiempo por pujos reeleccionistas, mucho nos falta para celebrar con orgullo la constitucionalidad.

La violencia del diario existir

Doscientos huérfanos por homicidios domésticos en menos de un año. Conductores de yipetones y carros destartalados que pisotean la convivencia. Hospitales derribados a fuerza de mandarria para mantenerlos en ruinas por mucho tiempo dejando en orfandad de asistencia médica a gentíos de pacientes. A más del temible asaltante dispuesto a matar que acecha por doquier.

La violencia tiene muchas formas en nuestro medio y a veces se la puede ejercer sin pararse del asiento; por simple orden y hasta promulgando leyes atropellantes. Un gasto público mal distribuido y negador de atención a prioridades sociales anexable a un acelerado endeudamiento que bordea lo irracional también expresaría una drasticidad exacerbada. Una modalidad de agresión que como repetitiva podría herir a la sociedad… y hasta causar muertes.

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