La mansión de páginas

La mansión  de páginas

DOCE
A Leonardo Da Vinci
I
Ya sé Leonardo
Que un cuerpo en movimiento
Adquiere en el espacio
Tanto lugar como el que pierde
El problema es que no se ya
Cuanto queda de mí
En el cuerpo que se aleja
Y si los dos cuerpos
¿Este yo?
Te incorporan.
II
“Porque nuestro ojo ve más real
Una cosa en sus sueños
Que imaginándola si estuviera
despierto”
¿O es algo que pienso
Mientras soñando
Creo que estoy despierta?
III
“NO SE DEBERIA DESEAR LO IMPOSIBLE”
“Quien pauta su camino sobre una estrella no se
No se desvía”
¿Una metáfora?
Y si no lo es
¿Por qué renegar haciendo imposible
lo posible?
IV
Bella cosa mortal que pasa
Y no dura nada
— la fama —
Mientras te leo
Hijo del mil cuatrocientos
Yo desconocida,
¿Hija de cuál de las edades?
V
«La naturaleza está sometida
A la razón de su ley
Que actúa sobre ella
De manera infusa»
¿Cuál la razón?
¿Cuál mi ley?
¿Cuál el dictamen?
Que me difusa…
VI
«Nuestro cuerpo está por debajo
Del cielo,
Y el cielo esta
Por debajo del espíritu»
Pero el agua no sostiene mis pies
Y el sol derrite mis anhelos
¿Soy o no soy capaz
De mover montañas
Merlín que no encuentra
la mezcla exacta
El verbo que se convierta
En piedra filosofal?
VII
«Ningún ser va a la nada»
Nada
«Cual la cosa indefinible
Que dejaría de serlo
Si se pudiera formular»
«que sería finito
Si pudiera definirse»
Nadan/do
En la nada
Nadie va a ningún lugar
Que no sea el insomnio
Otra palabra
Que no abre.
VIII
«El que ama recibe
Sus movimientos del ser amado»
Dictamen de lo diáfano
Ningún ser va a la nada
«porque recibe su movimiento
Del ser amado»
¿Dónde me estás esperando?
IX
«La vida nace cuando muere la esperanza»
Y otra vez
La aparente contradicción
De las afirmaciones
¿”Nace» la vida
Cuando «muere» la esperanza»?
Y, ¿no espera solo lo que, quien, vive?
¿O árbol, río, rosa, hombre
Son porque existen
Siendo lo que ES
La razón de su esperanza?
X
«No hay que llamar riquezas
A las cosas que se pueden perder»
No a la esperanza
Al libro
Al amor
Los sueños
No al verde infierno
Que llamamos patria
No a la confianza
No al optimismo, no a la verdad,
al heroísmo
Al fuego
No
¿A estas palabras?
XI
A San Luis Noveno
«Como el sentido sirve al alma
Y no el alma al sentido»
Me constituyo
Y pese a los alertas
Me embarco
Octava Cruzada
Aignes-Mortes
Que me traslada a estas páginas
Donde revivo
En la eternidad de lo hecho y dicho
Hospital, Santa Capilla.
XII
MAISON DES PAGES
Circulares
Son las rutas de la espera
El encanto de la piel frente al viñedo
La mirada que se asoma
A las arcadas del puente
Que reflejado en el Loira
Revela las entradas
Que el atardecer permite entrever
Con tonos entre naranja y rosa.

Son las puertas
Columnas ancestrales que detienen
Arenas blancas, sauces llorones
De esta extraña
Realidad cercana.

En la ruta de Santiago Apóstol
Peregrina que arriba
Al Priorato de los santos Damián y Cosme
Condenada Catalina de Medicis
El infierno de nuestra condenación
Se revela en las deshojadas rosas.
Sísifo de un monte de lágrimas
Que asciende y desciende
Hacia un cielo azul en demasía
Entre desconocidas notas musicales
Retumba la advertencia Ronsard:
No se tientan los ángeles que el Señor
Destinara a la poesía.

Amoroso
San Luis Noveno
De mis antepasados
el origen
Desde ancestrales rocas
Hace emerger todos los Luises.

Anuncia el eco de mis pasos
En las baldosas de la Maison des Pages
La inefable presencia de Da Vinci
Y el roce de la espada del guerrero
El retorno de Juana de Arco.

Es la hora del crepitar del fuego
De las notas del Laúd
Que Jean Marie conjura
Con sus dedos de Arcángel
Clave sonora para el descenso
De sus acompañantes.

Detrás de lo que aparenta una mirada
Camille rasga los velos
De las búsquedas
No hay lejano lugar para las diosas
Y las montañas de México son apenas
otro Biblos.

El cactus sustituye al sauce
Y el agua transita
Entre otras pirámides
Altares Toltecas donde la muerte sonríe
Y los escalones donde el pie
No se ajusta
Son en su angostura un preámbulo.

En el jardín de Isis
Bajo la frondosa sombra
De un cedro del Líbano
Los Dioses Celtas de mi olimpo
Conducen al altar de rocas
Donde danzaba entre silvestres violetas
Y la verde vigilancia
Del verde infierno de otros bordes
Y confines.

¿En que guerras,
Que combates
Perdió el inocente
La reencarnación esperada?
¿Qué campesina encinta
me condenó a la sangre?
¡Oh Príncipe de las Cruzadas!
Noble señor cuya bondad
No borra el grito ni la Orden
El incesante murmullo
del lamento.
Catalina, Catalina
¿Recuerdas cuando te creías
más poderosa que los Dioses?
¿Tu, soberbia, poder
La seducción de la inteligencia
Arma mortal de la belleza
Enrique, un pobre Rey
Aprisionado entre tus piernas?

Catalina
Ayer fuiste blanca emperatriz
Hoy reina de un castillo
De zinc y tierra rojiza
Donde murciélagos y culebras
Se enseñorean del espacio
Y el viento
Mantiene abiertas las puertas
Para que la tibieza que construyes
en oleajes de ternura incesante
Se estrelle contra el pedernal
de todas las Dianas.

Nido
Donde el cascarón advierte
¡Oh Rey Arturo tropical!
Que no hay Mesas Redondas
Ni camas con dosel
Escudos de Flor de Lis
O Salamandra
Que tu infinito apacigüe.
Dioses Celtas!
En la luminosa verde oscuridad
De la foresta
La pregunta
-rosa deshojada-
Retoma su viejo laberinto circular
Afina el oído en los linderos
En la hornacina donde el cuervo anuncia
La matinal sonrisa de la luz…

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