La marcha apoteótica

La marcha apoteótica

Luis Scheker Ortiz

La marcha apoteótica, multitudinaria efectuado el domingo 22 de enero contra la corrupción y la impunidad marca un hito en la historiografía política de República Dominicana. Nunca antes jamás en nuestro país habíase visto semejante manifestación cívica popular, no populista, entiéndase bien, donde miles y miles de personas de todas las edades, sobre todo jóvenes, y clase media de ambos géneros y diferente condición social, procedentes de diversos lugares de la capital y del interior, de manera ordenada, disciplinadamente, manifestaron su legítimo repudio a la cadena interminable de sobornos, corrupción, impunidad y abuso desatada por el último escándalo de la poderosa empresa brasileña ODEBRECHT que explota en los Estados Unidos y se desparrama como fragmentos de granada por varios países del Continente donde la ODEBRECHT, aliada a impuros intereses gubernamentales, ancló sus garras.
“Verde que te quiero verde”, la contraseña vende, las redes sociales hacen su trabajo y el entusiasmo, espontáneo se desborda; la concentración supera con creces todas las expectativas de sus organizadores y de la propia sociedad civil convocada al margen de los partidos políticos, envalentonada y harta hasta el cansancio de la indolencia, las burlas, los abusos de tantos escándalos de corrupción e impunidad. De tantas promesas y tantas mentiras.
La marcha que abarrotó calles y avenidas céntricas de la ciudad capital por su magnitud, por el orden y la disciplina mantenida durante todo el trayecto hasta su culminación en el parque Independencia, fue animada por banderas, cartelones y coros de protestas de los manifestantes identificados, con sus gritos y la alegría pintada en cada rostro, con el llamado a la conciencia nacional demostrando que aún tenemos patria digna de mejor suerte.
Contrario a ciertos vaticinios, la prensa nacional tuvo que recoger en grandes espacios la magnificencia de esta extraordinaria expresión de un pueblo adolorido y esperanzado.
Y tuvo también otra suerte inesperada y merecida. Invitados gentilmente por unos buenos amigos para compartir en su residencia veraniega de Boca Chica, conjuntamente con demás los amigos de la Poli-tertulia de los jueves una exquisita paella valenciana acompañada de los excelentes rones de la bodega Oliver para abordar el tema previamente agendado: “El legado de Fidel Castro para Cuba y América Latina” tuvo este que ceder y ser desplazado, tan grandes y diversas fueron los pareceres, especulaciones, conjeturas, vaticinios y propuestas para que la propuesta se fortalezca y no decaiga fascinados los contertulios por lo acontecido: una histórica marcha, apoteótica, contra la corrupción y la impunidad que en ese estelar momento exige su espacio, habiendo empezado a recorrer el camino del futuro con pasos firmes, rescatando, para el mundo, la dignidad y la decencia del pueblo dominicano.

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