La mujer en su entrega de la maternidad

La mujer en su entrega de la maternidad

Ese atractivo y apetitoso cuerpo femenino de veinte años y algo más, tiene su razón de ser, por los designios de Dios. Es para que el hombre y la mujer en sus pasiones y apetitos desbordados encuentra motivos para saciar sus deseos. Pero que a la vez permitir que cumpla la función principal de la Creación, que es la perpetuación de la raza humana para poblar la faz de la Tierra, como sentencia la Biblia.
La criatura que engendra la mujer en su seno después del acto de placer, casi siempre modifica las actitudes de la mujer y el hombre con la criatura que ellos han sido los responsables de su gestación. Por nueve meses la mujer transforma sus sentimientos. Y el instinto de madre surge con fuerzas dentro de una persona que desconocía esa cualidad. Pasa de ser una persona inexperta hasta adquirir las habilidades de proteger y criar esa criatura que brota de su vientre cubierta de sangre y placenta. La gran poetisa argentina Alfonsina Storni se inspira en la criatura: “Si cuando me gestaste fue la luna testigo/ por los oscuros patios en flor paseándose”.
El instinto de madre en la mujer se va formando a medida que le crece las dimensiones de su vientre. Está sorprendida al estar embarazada y ya durante la gestación espera con ansias la fecha del parto para recibir un ser fruto de una pasión y romance con su pareja. De esa forma ofrenda una criatura para darle orgullo a los padres. A la madre la llena de una satisfacción intransferible por el hecho de llegar a ser madre.
Y el suceso de convertir a la mujer en madre ha sido motivo durante toda la historia de la humanidad un gran motor de inspiración para los intelectuales más sobresalientes y en todos los idiomas. Ellos han volcado en sus sencillos versos pero de gran profundidad para reverenciar a la mujer como madre. La insigne poetisa chilena Gabriela Mistral le canta a la madre: “Si la abeja se entra al lirio/ no se siente su aletear/ Cuando tu a tu hijito escondes/ no se le oye el respirar/ Yo te miro, yo te miro/ sin cansarme de mirar/ y que lindo niño veo/ a tus ojos asomar”.
El insigne y malogrado poeta español Federico García Lorca compuso un bello soneto que dice: “Mamá yo quiero ser de plata/ Hijo tendrás mucho frío/ Mamá yo quiero ser de agua/ Hijo tendrás mucho frío/ Mamá bórdame en tu almohada/ Eso sí/ Ahora mismo”. De esa manera este insigne intelectual universal fue atraído por la mujer como madre y en su ternura supo escribir esas sencillas estrofas pero profundas que destacan el amor que desde su interior desbordaba hacia la madre.
La madre del siglo XXI no es la que nos acunó y nos dio la formación en la década del 40 del siglo pasado. Los tiempos han cambiado y ya los hogares por el empuje de la modernidad no es el lugar donde se forjaban las criaturas con los valores morales y cívicos que hacían grande a la familia y a la Patria. Ahora todo es un arrebatar y trepar para conseguir más recursos. La educación que recibíamos los de ahora de la tercera edad en los hogares es algo desfasado y fuera de la realidad y urgencia de los tiempos. Ahora se enseña a atropellar y no dejarse engañar por los más habilidosos y con menos escrúpulos.
Por eso el poema de Mario Benedetti es tan pesimista para la madre cuando dice: “en doce años transcurrieron/ ante su ventanal alguna cosa/ desfile y redadas/ fugas estudiantiles/ muchedumbres/ puños rabiosos/ y gases de lágrima/ provocaciones/ tiros lejos/ festejos oficiales/ banderas clandestinas/ vivas recuperadas.” Es un canto triste de la situación de la madre que en los últimos cien años en muchos países del hemisferio vivieron las angustias de saber que los hijos desaparecidos no volverían y las búsquedas infructuosas y hasta de la tumba donde fueron arrojados esos hijos masacrados.
Para la mujer el rol de ser madre es algo maravilloso que ellas se van empoderando a medida que la criatura crece en el vientre. Luego en el mundo es un tesoro que se cuida y se cubre con un manto protector para que no sufra el más mínimo percance en la infancia. Pero ahora eso ha cambiado. Las abnegadas madres de hace 40 años han desaparecido sumergidas ellas en el sendero del mercado productor donde deben competir con los hombres para poder completar los ingresos que muchas veces se diluyen en un gasto de competencia con los vecinos y amigos.

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