La nueva crisis europea

La nueva crisis europea

Parte II

En el artículo anterior, nos referimos a la potencial situación deflacionaria que enfrenta Europa. La situación no es endémica a esta zona. De acuerdo con un índice de Bloomberg, los precios de materias primas han disminuido aproximadamente un 15% desde finales de junio. Los precios de metales como el cobre, platino, plata y oro han caído estrepitosamente desde el verano. Un artículo del New York Times afirma que la familia estadounidense ahorrará alrededor de 400 dólares anuales gracias a los nuevos precios de la gasolina.

Esto se debe, en parte, a que China, cuya economía, en las últimas dos décadas, ha acumulado una gran proporción del carbón, cobre, petróleo y otras materias primas para estimular su creciente economía, ha reducido su demanda de materias primas. Situación que obedece a que, recientemente, su crecimiento se ha visto mermado. Ciertamente, las naciones estaban a la expectativa de esta situación. Sin embargo, no contaban con el estancamiento, y posible recesión de la Eurozona o el fracaso de la flexibilidad cuantitativa impuesta por el primer ministro de Japón, Shinzo Abe.

Entonces, ¿qué debe hacer Europa? Generalmente, como ocurrió en Estados Unidos en el 2001 después de los ataques terroristas y la burbuja puntocom, los intereses son reducidos para incentivar el consumo y la inversión en capital. Lamentablemente, en Europa, los intereses se aproximan a cero y aún el consumo no levanta cabeza. Por lo tanto, solo queda otra opción viable: la flexibilidad cuantitativa (en inglés, Quantitative Easing) en su máxima expresión acompañada de un estímulo fiscal. Esto incluye el incremento del gasto público en proyectos sensatos que sean capaces de crear empleo. Por ejemplo, la renovación de la decadente infraestructura europea. Asimismo, una reducción de los impuestos puede incentivar el consumo y contrarrestar el sesgo deflacionario actual.

Estas estrategias contraponen las medidas de austeridad esparcidas alrededor de toda la Eurozona, puesto que consisten en una política económica expansionaria. Por esta razón, el Banco Central de Alemania, Deutsche Bundesbank, que encabezó la imposición de estas medidas, se opone, firmemente, a pesar de la desaceleración del crecimiento alemán. De acuerdo con un reporte de Roubini, es posible que la corte constitucional de Alemania prohiba la flexibilidad cuantitativa en el 2015.

Es improbable que el Banco Central Europeo pueda aplicar medidas expansionarias sin la aprobación del gobierno Alemán y el Deutsche Bundesbank. Países como Francia e Italia están inconformes con la posición asumida por el país germánico debido a que corren el riesgo de experimentar deflación y sus consecuencias. En el artículo anterior explicamos cómo la deflación puede llevar al desempleo, a un mayor costo de las deudas, a la caída de la demanda, entre otras cosas. Más aún, la terquedad del país liderado por Angela Merkel puede tener un coste político calamitoso, puesto que los partidos anti europeos pueden utilizar la crisis entrante para forzar a sus países fuera de la Unión Europea.

Sin importar la posición del gobierno alemán, Jean-Claude Juncker, el presidente entrante de la Comisión Europea, ha propuesto un programa de inversión de 300 mil millones de euros utilizando el dinero en efectivo procedente de los presupuestos existentes del Banco de Inversiones Europea para así constituir la base de una unión fiscal. Esto no es suficiente. La acción del Banco Central Europeo y Alemania es necesaria para evitar la deflación y, por ende, la crisis.

De no ser así, países del sur de Europa verían cómo la proporción de sus deudas públicas con respecto a sus PIB puede salirse de control. Italia, Portugal y Grecia ya manejan deudas que representan un 135%, 130%, y 175% de su PIB, respectivamente. Como consecuencia la producción industrial de estos países, especialmente de Italia y España, han experimentado mínimos escandalosos y alarmantes. Si estos países se ven obligados a detener el pago de sus deudas, sin duda alguna, el euro llegará a su fin. Es mi opinión, que hoy más que nunca, Europa necesita de Keynes.

Investigador asociado:

Iván Kim Taveras.

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