La Odebrecht y el final de un período político

La Odebrecht y el final de un período político

Tirso Mejía-Ricart

El megaescándalo suscitado en casi toda América Latina por los sobornos de la firma brasileña Odebrecht para conseguir contratos, sobrevaluación de presupuestos y costos, y con la manipulación de elecciones, golpea con fuerza de huracán la vida política del continente, lo que ya se han llevado de encuentro a varios presidentes y decenas de altos funcionarios de numerosos países.
De todos los países mencionados, la República Dominicana es el que carga con la mayor de las culpas fuera de Brasil, casi igual que Venezuela en sobornos recibidos (92 y 97 millones de dólares), aun teniendo la cuarta parte de su población; con beneficios conocidos de 163 millones, visitas de estado presidenciales en ambas direcciones y la conversión del brasileño Joao Santana en el gran asesor y manipulador electoral del país; hoy condenado, su compañera Mónica Moura ha declarado parte de sus “hazañas” a cambio de cierta impunidad.
Por más que el gobierno de Danilo Medina quiera escurrir el bulto y poner al Procurador General a hacer payasadas, interrogando a legisladores experredeístas y leonelistas, mientras trata de validar los contratos de Punta Catalina a cambio del pago de una multa, para lo que nombra una “comisión investigadora” en la que hay interesados; y a la que dicta por anticipado lo que ésta debe decir.
Pero lo cierto es que las evidencias, así como las urgencias económicas y el deterioro social manifiesto, indican que la etapa política que sigue a la vigencia de los tres grandes caudillos intelectuales: Balaguer, Bosch y Peña Gómez; es decir, desde 1996 hasta el presente, está próximo a su final.
Este período, dominado en lo fundamentalmente por PLD, que ha propiciado la destrucción y compra de las demás fuerzas políticas, y que se ha caracterizado por el afán de modernidad, con iniciativas indudables en los órdenes material y procedimental; pero acompañado de las peores formas de hipocresía y manipulación.
En este punto, emergen dos fenómenos que no pueden ocultarse:
1) Ante el desgaste manifiesto de las dos cabezas de la corporación político-económica PLD, algunos de los que se consideran sus herederos naturales para encabezar el poder, tratan de destacarse, denunciando o defendiendo un statu quo insostenible, para tratar de sustituirlos.
2) Desde la oposición y la sociedad civil se hacen esfuerzos para asumir el liderazgo y sustituir un estamento podrido y desgastado por otro más sano.
Solo un núcleo político con clara visión del futuro, que sepa agrupar a lo mejor de los sectores de todos los bandos y que dé espacio y protagonismo a los jóvenes, a las mujeres, a los sectores económicos afectados y a líderes locales auténticos, podrá sacar al país de la situación desastrosa.

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