La ópera viste crespones ¡qué viva la ópera!

La ópera viste crespones ¡qué viva la ópera!

Ubi Rivas.

La ópera y el bell canto dominicano visten crespones con el desvanecimiento físico, jamás en la memoria, del tenor Arístides Marino Incháustegui Reynoso, el 21 de este mes, Día de Santa Cecilia, patrona de los músicos. Tenía 79 años. Por sus venas fluía el estro literario de su progenitor, el escritor banilejo Joaquín Marino Incháustegui, y de su progenitora María Teresa Reynoso.
La memoria nacional grafica a Incháustegui haciendo pininos del bell canto en la pantalla blanco y negro de La Voz Dominicana, el más encumbrado templo de la cultura popular de América Latina.
Educado por la profesora austríaca Dora Merteen, Arístides no requirió mucho tiempo para catapultarse como uno de los más afamados y calificados tenores en elenco con Napoleón Dhimes, Gerónimo Pellerano y Armando Recio (Vitico), perfeccionándose en Estados Unidos y Alemania. Además de su bruñido protagonismo Arístides, como su padre, fue un consagrado historiador, aportando dos “guayacanes”, conforme defino a las grandes obras, Vida Musical, junto a su compañera sentimental Blanca Delgado Malagón (1998), y Por amor al arte (1995); además, Cronología del Altar de la Patria y Parque Independencia, y Apuntes para el Himno Nacional.
Desde 2003, José León Asensio, superbo empresario, propulsor cultural, contrató los servicios culturales de Arístides, produciendo desde entonces Música de los Grandes Maestros por Radio Raíces, a las nueve p.m.
Brillante tenor y consagrado historiador, Arístides fue un gran seductor femenino. Por 42 años estuvo casado con Ana Luisa Bermúdez, fallecida.
La ópera viste crespones. ¡Qué viva la ópera!

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