Los pueblos poseen un variopinto de modalidades para expresar su encono con los actores partidarios que pierden sintonía con las urgencias de los ciudadanos. En la actual coyuntura, ninguna de las organizaciones electorales con tradición y reconocimiento actúan como correa de transmisión entre los intereses de la gente y su plataforma política. Y ese vacío comienzan a llenarlo expresiones de militancia divorciadas de la palabrería, uso electorero y afán de lucro que caracterizan el liderazgo nuestro.
En cualquier comunidad, el cura posee mayor autoridad moral que los dirigentes locales y las cabezas del movimiento social se perciben con un verdadero entusiasmo a la hora de articular el pliego de reclamos porque contrario al alcalde, regidor, diputado y senador, tienden a distribuir con mayor equidad lo que llega. Así se crearon las bases de una nueva relación que excluye la actuación de los partidos, y éstos, se refugian en un modelo electoral estimulador de valores invertidos capaz de “premiar” al deshonesto, habilidoso y tramposo construyendo un noción del éxito impugnado en todos los espacios sociales, pero validado en la organización partidaria.
Como la agenda de los partidos anda divorciada del día a día de la gente, las expresiones de inconformidad saben que no poseen al actor político confiable. Por eso, la calle tendrá que constituirse en el espacio de reclamo que visibiliza el hastío y produce una “mirada” oficial que interpretada con inteligencia representa la llamada de advertencia para un replanteamiento de los partidos, sus líderes y la nueva realidad social. Ojalá lo entiendan!
Aunque la visión apasionada genera un lógico entendimiento alrededor de la marcha celebrada el pasado 22 contra la impunidad, mal direccionada sí se cree que sólo impugna al PLD. Es justo destacar que un partido dilatado por cuatro períodos consecutivos provoca distorsiones en todas las aristas de la administración estatal. Ahora bien, es la oposición cómplice, pactista y beneficiada de entendimientos ocultos la que profundiza en el seno de la población la ola de desamparo y desgano porque no posee el tino suficiente para asumir un discurso de real compromiso con los sectores afectados por las políticas públicas oficiales. Los que marcharon están en el partido de gobierno, PRM, PRSC, PRD, la izquierda, sectores conservadores, la iglesia en todas sus denominaciones, franjas empresariales y la miopía de algunos podría deformar la verdadera significación de la masiva participación del domingo pasado y su real significado: cansados de todos.
Aún no se quiere interpretar correctamente los rostros de clase media que hicieron presencia en la marcha. En el orden del comportamiento electoral, el PLD sintonizó desde 1996, una natural empatía con franjas medias que comenzaron a llegar a la organización ante el derrumbe de las posibilidades del PRSC, y su histórico distanciamiento con el partido de masas por excelencia, abrieron las compuertas a los jóvenes seducidos por Juan Bosch en la idea de construir un partido diferente desde el año 1973. Al ampliar su base de apoyo, los peledeístas tenían que actuar “diferente” al discurso incendiario de sus años iniciales.
Los años de poder reconfiguraron el rostro del clásico militante del partido morado. Las canciones de Silvio no se tarareaban, dividir el país entre peledeístas y corruptos no era parte del discurso ético, la movilidad social los “igualó” a segmentos que combatían. Ellos cambiaron, y el país también. Todos esos componentes hicieron posible y exitosa la marcha del Domingo/22.