La paranoia política

La paranoia política

¡Qué buen trabajo viene realizando Ángela Peña! En “Areíto”, domingo tras domingo, la periodista nos ha ido entregando desde hace semanas reportajes sobre la historia dominicana reciente. Esa crónica del ayer-presente, que suele ser la más difícil de hacer y que exige, además del rigor, mucha valentía es la que los historiadores más rehúyen. En nuestro medio, más de una vez se ha argumentado que alguna cosa no se puede discutir, investigar o publicar porque los actores están vivos y que hay pasajes muy dolorosos para ser constados. Así, algunos rasgos de nuestra sociedad actual quedan como un eslabón perdido; reducido al espacio de un espasmo nostálgico. Por lo tanto, que alguien con rigor se atreva a no olvidar es un hecho a aplaudir.
El domingo anterior, en la sección nombrada, la autora vuelve sobre un aspecto de los gobiernos balagueristas de los 12 años: la paranoia de las personas encargadas de la seguridad del Estado. En dicha entrega se vuelve a puntualizar que los militares balagueristas estaban que “veían conspiraciones hasta en la sopa”. Ya el domingo 19 de marzo de este año, había escrito que en el año 1967 los altos mandos militares habían elaborado “el más voluminoso informe” sobre el alzamiento de Sabana Consuelo, en Las Gordas, Nagua, y que había culminado con la muerte del “guerrillero comunista” Rafael Chaljub; el cual no ha estado muerto desde entonces, pues lo abracé la semana pasada en el velorio de Magaly Pineda. El muerto había sido otro.
También en 1967, según el trabajo de Ángela Peña, la seguridad militar de Balaguer había advertido de brotes guerrilleros, al punto de documentar supuestos enfrentamientos sangrientos y duros… que simplemente nunca ocurrieron. Y así, el domingo anterior, y el anterior, y el anterior, en un documento invaluable de esa paranoia política que tuvieron los llamados a garantizar el orden y que tenían la seguridad del Estado como responsabilidad.
Algunas conclusiones claras se desprenden de esos trabajos. Primero: que el presidente Joaquín Balaguer no estaba enterado con la suficiente rigurosidad para que tomara decisiones adecuadas; y no le importaba. Segundo: que los llamados a fomentar el orden generaron intranquilidad antes que conseguir la reconciliación y la paz. Tercero: que la pérdida de vidas en ese período, injustificables desde cualquier punto de vista, fueron además producto de inteligencia viciada y manipulada. Cuarto: que en muchos casos de sangre no había objetivos políticos específicos, y que se derivaban de dichos informes manipulados.
De esas conclusiones se abren preguntas para los historiadores. ¿Qué objetivos tenían los militares y la seguridad del Estado en desinformar a sus superiores y al Presidente Balaguer? Además de un objetivo general, en el contexto de la época ¿Había un sistema de incentivo que propiciaba la represión sin fines estrictamente políticos? ¿Cuántos apresamientos y muertes se hicieron fabricados para obtener dadivas? ¿Qué “premiación” recibían los “paranoicos” de sus superiores y del presidente por el “deber cumplido”?
Y de esas preguntas, un aprendizaje para el futuro: el país que no se toma en serio los Derechos Humanos y que no respeta el Estado de Derecho paga el precio de exterminar generaciones valiosas, de perder el sentido de la humanidad en sus instituciones y de debilitar el respeto por sus autoridades y por la autoridad… para beneficio personal de los “paranoicos” lo que lo hace un doble crimen y una pérdida más difícil de resarcir. ¿Cuánto nos define en mal aquel pasado-presente?

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